¿Me harías un favor? εїз P r i v a d o

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El sonido de la música que escuchaba en mi reproductor me desconcentró a tal grado que mientras caminaba por los pasillos del edificio de arte, después de la última clase, no me percaté de que una chica de Athar pasaba a un lado y chocamos sorpresivamente. -¡Lo siento!- Dije fuertemente, sin notar que por el sonido tan alto de mis audífonos rojos, mi voz hubo salido más potente de lo que debería, por lo que arrugé la nariz por el gesto de desaprobación que me hizo la chica. Me agaché para recoger el libro que llevaba y de él salió una pequeña hoja azúl. -¡La Nuker!- Grité aun más fuerte, con la canción aun sonando a todo volúmen y comencé a correr por el lugar.

Acababa de recordar que había quedado de llevarle un papel oficial a la Nuker de Srad de parte de la subdirectora. Era no sé qué cosa que realmente no me incumbía, pero como iba pasando por la oficina y me habían pillado pues acepté. Pero ahora que lo pensaba yo realmente no me llevaba muy bien con ella. ¡No por mí! Seguramente podríamos ser amigas, pero ella parecía ser muy competitiva y en realidad siempre la veía rodeada de chicos. Me pregunté un momento si a ella le gustarían las chicas y por eso...Sacudí la cabeza enérgicamente caminando más presurosa hasta que, bajando los escalones miré a tres chicos con el uniforme de mi curso y sonreí. -¡Hazel!- Grité parándome en la zona alta de las escaleras.

Un momento, Aubrey...tú a él como que no le caes bien. Pasé saliva al recordar eso, pero si cambiara de nombre ahora sería muy sospechoso. Me quité los audífonos dejando que cayeran sobre mos hombros. ¿Qué debía hacer? Miré a todos lados intentando zafarme. Hubiera sido más fácil hablarle a Gustav, a él lo consideraba un buena amigo, desde primero nos habíamos llevado bien, Sebastyan por su parte era muy reservado, pero algo en él me hacia sentir cómoda. Hazel por su parte... -¿Tienes un minuto?- Pregunté encogiéndome de hombros y abrazando el libro contra mi pecho. ¡Sólo le pides el favor y corres al comedor! Mordisqueé el interior de mi labio inferior con inquietud. ¿Y se me hacía mala cara y me ignoraba? ¡Ay, no! Tampoco era que me odiase, ¿cierto? En realidad sólo era competitivo y por eso no tenía buena relación conmigo, claro. Por ser de sal, y Nuker además. Obvio era eso.

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-Grandote, no xD. Es que tienes que hacer la palanca amarilla para abajo al mismo tiempo que aprietas el Z y la palanca gris arriba, si no no te sale. Por eso te digo, mejor deja de intentar, tus dedotes no dan para tanto :'D- le dice Hazel a Gustav dándole unas palmadas en el brazo. Intentaba explicarle cómo se hacía una maniobra en uno de los juegos de pelea que solían quemar en las noches gamer, pero era algo que necesitaba mucha precisión y pues... Gustav rompía celulares de la nada. Prefería seguir teniendo controles funcionales...

-Mira, lo que puedes hace-- eh?- una voz interrumpió su explicación. No era como si no estuvieran acostumbrados a que derrepente alguien en los pasillos lo llamara y tuviera que rezagarse un poco por platicar con fans, así que se detuvo para voltear mientras decía -Ay, a ver espera...-

Cuál fue su sorpresa al ver a la Nuker de Sal. A Aubrey, quinto año.

La elfa.

Los ojos del capitán de Srad se entrecerraron al mismo tiempo que se quedó quieto por un segundo. Arqueó una ceja mientras volteaba a ver sus compañeros, indicándoles que siguieran sin él, los alcanzaría pronto. "No tardará esto..." pensó.

Empezó a caminar hacia la chica, levantando una mano en señal de saludo y esbozando una media sonrisa algo hueca en su rostro. No le agradaba la compañía de personas como ella... pero había aprendido hace mucho que el haber tenido mala suerte al nacer no depositaba en ella culpa alguna.
-Sí... claro, qué pasa?- pregunta algo cortante llevando su mano derecha al bolsillo de su pantalón y parándose frente a ella, viéndola fíjamente a los ojos.

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De inmediato noté su expresión y entrecerré los ojos preguntándome si en realidad todos estos años había estado en lo correcto. Me llevé una mano al cabello para acomodar mi fleco y un poco el resto que iba en una coleta. -Perdona, no quiero quitarte mucho tu tiempo. Es sólo que me pidieron entregarle esto a tu Nuker.- Comenté extendiendo el papel mientras daba un par de pasos hacia él. -Pero ella parece odiarme o algo...- Desvié la mirada como si indagara mentalmente en ello, rascándome la mejilla con el dedo índice derecho mientras el brazo izquierdo mantenía sujeto el libro.

-Supongo que se concentra mucho en los partidos, como tú.- Solté sin pensar antes de abrir mis ya de por sí grandes ojos con sorpresa ante mis propias palabras. Me dieron ganas de tirarme el cabello como castigo por decir algo tan tonto, pero si lo hacía frente a él pensaría que estaba loca. -¡No, no, no! O sea, no digo que tú me odies. Ni nada. En serio, te prometo que jamás he creído eso.- Me mordí la lengua con fuerza. ¿Acaso era idiota? Sólo estaba enredando más todo, lo mejor era que cerrara el pico. Bajé la mirada con vergüenza, fijándola en mi calzado antes de separar mis labios intentando no balbucear.

-Quiero decir, a veces eres serio y eso. Pero yo sé totalmente que es porque eres muy competitivo.- Aseguré finalmente, muy muy convencida de mis palabras, elevando la mirada para buscar la de él. O tal vez yo sí le desagradaba... Me quedé estática unos momentos. ¡Tal vez era que no le gustaba la mora azul y como esa era mi fragancia, o tal vez le desagradaba mi voz que aparentaba la de una niña de trece años. O quizá...mejor esperé que respondiera.

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Las expresiones de Hazel iban cambiando conforme la chica balbuceaba. Primero arqueó una ceja extrañado ante el comentario sobre Naami. Es decir, Naami odiaba así como que a todo el mundo, así que no le sorprendió, pero conforme siguió hablando sobre lo que ella pensaba de él, la expresión del pelirrojo se fue suavizando un poco más, tal vez sin dejar de expresar algo de desconfianza, pero sin darse cuenta dejó de dejar ver ese resentimiento de lustros en su rostro.

-Eeh... oye, no sé de qué... am... hablas. En serio... no tengo motivos para o...- intento terminar esa frase, pero casi se muerde la lengua. Cerró un ojo mientras clavaba el otro al piso, y se llevó una mano a la nuca como de costumbre.
Dejó salir un suspiro apagado. No le gustaba cuando alguien, sobre todo una chica, le decía "eres serio" o "eres enojón" o "me odias". Pero ella era una elfa, cierto? TENÍA que repudiarla... cierto? Es decir... que hubiera dejado de violentizar alumnos de origen élfico no significaba que todo fuera miel sobre hojuelas...

Después de ese pensamiento, el capitán de Srad miró de reojo la expresión nerviosa de la chica de Sal, que buscaba dubitativamente que le devolviera la mirada. Por primera vez en mucho tiempo pensó que Aubrey en realidad era TAN TIERNA. Pero no pudo evitar ver sus orejas puntiagudas asomándose por entre su cabello. Infló los cachetes, dejando escapar sonoramente el aire por la boca, mientras se arqueaba hacia atrás, volteando a ver qué había detrás de él con incomodidad.

"Vaya... este debe haber sido el silencio más largo que nadie haya dejado existir jamás..." pensó cerrando los ojos.

-Oye, Aubrey... cierto?- dice repentinamente volteando rápido a ver a la elfa - Mira... em... dame la nota y yo se la haré llegar a Nam. No te preocupes por nada... y... gracias por traerla...creo...

Extendió su mano hacia la chica para que depositara la nota sobre su palma... sin embargo, un odioso sentimiento de que estaba haciendo ALGO mal empezó a invadirlo como si una enorme araña venenosa estuviera picando su nuca. No se dio cuenta, pero su respiración empezó a hacerse un poco más marcada.

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Me quedé unos instantes en silencio, pero me parecieron eternos. Definitivamente lo mejor era entregarle la nota y desaparecerme eternamente, pensé. Pero él comenzó a hablar antes de extender la mano y yo simplemente me le quedé viendo con los ojos entrecerrados. ¿Había sido siempre así él conmigo? Nunca me di cuenta antes, tal vez desde pequeña dejé de darle importancia y al final me mantenía concentrada en mis amigos y por ende no me afectaba esa actitud. -Gracias por dársela. Te debo una.- Sonreí entonces, suponiendo que era así realmente, y le entregué la nota dando un paso atrás.

Pero de pronto él se miraba raro, por lo que, inconscientemente, metí la mano en mi bolsita que colgaba al lado derecho de mi falda y saqué un paquetito de gomitas de osito para ponerlo sobre la nota. -Ten, te ves raro. ¿Has estado comiendo bien? Supe que te quedaste inconsciente los primeros días, no deberías esforzarte tanto.- Comenté rápidamente sin poder evitarlo, pues en todo el salón eso hacía sido muy obvio, en especial porque todos siempre notábamos esa necesidad suya de hacer cosas arriesgadas. Me rasqué la mejilla pensando si había sido muy tonto de mi parte darle los dulces. -No sé...si te gusten. Igual si no, puedes dárselas a alguien o como tú veas.- Hablé elevando la mano libre, mostrando la palma para hacerle saber que en dado caso que hiciera eso no me iba a molestar por ello.

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El capitán se queda mirando algo atónito la bolsa de gomitas en sus manos, sus dedos dudando si cerrarse para tomarlas o no. Lentamente su mano empezó a cerrarse para envolver el paquete de dulces, hasta sostenerlo con firmeza. Su cara empezó a expresar mucha confusión, aunque él no se diera cuenta.

- Por qué... haces esto por mí?- pregunta sin pensar mucho en lo que eso podría conllevar. - Jamás he sido amable contigo... y aún así... por qué te preocupas por mí?-

Al fin y al cabo... ella era una elfa. Los elfos son malos, no? Los elfos matan. Los elfos eran sus enemigos... cierto? Por qué de pronto sentía como si todas esas cosas no tuvieran absolutamente nada de sentido? De pronto se sentía como si fuera uno de esos idiotas que salían en la televisión quejándose sobre los negros o el matrimonio gay. Desde cuando había cambiado tanto su sentir hacia ellos para que una simple bolsa de gomitas empezara a hacerlo pensar TANTO?

Miró de pronto a la chica a los ojos, con un gesto algo triste. Su mirada le rogaba una explicación... una explicación que le hiciera entender su vida y su propósito enteros.

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Miré cómo sus dedos se cerraban y una sonrisa feliz se dibujó en mis labios, hasta que elevé el rostro y mi expresión se desvaneció, mostrando confusión por la que él me regalaba. ¿Qué era esa mirada? Escuché sus palabras y de pronto sentí mucha tristeza, pero no por mí, si no por él. Había algo raro en todo eso. Aunque me dolió saber que mis sospechas asociadas de pronto fueran ciertas. Así que no le caía bien. Pasé saliva hasta que sus ojos verdes me miraron suplicantes, no sabía qué significaba eso. -Porque tampoco has sido malo conmigo.- Respondí sin pensarlo demasiado.

-Mi familia me ha enseñado que debemos ayudarnos entre todos, en especial si somos compañeros, ya sea de escuela, trabajo, curso.- Me encogí de hombros y elevé una pierna mientras me llevaba el libro a la espalda y lo sujetaba ahí con las dos manos. Miré mis medias escolares y luego volví a verlo a él. -Es un poco triste que no seas amable conmigo.- Confesé. -Pero yo no dejaré de serlo sólo por eso. Creo que así no se tiene que vivir, ¿no? Si alguien te hace mal gesto no vas a ir a hacer lo mismo sin ninguna razón. Lo que debes hacer es sonreírle para mostrarle que la vida vale la pena...o algo así.- Arrugé la nariz, tal vez me estaba saliendo demasiado del tema, solía suceder. -Pero bueno. Entiendo si no te caigo bien, digo, tampoco soy la mejor persona del mundo y entiendo que muchos no me soportan.- Reí algo triste, pero realmente no me deprimiría por eso. No me había deprimido ni cuando me dijeron que deshonraba a los elfos, no lo haría por no caerle bien a alguien, aunque doliese.

-¡Pero bueno! Si no quieres que sea amable contigo. Es decir, tú sabes, si te molesta que te hable o eso, está bien, yo sé entender esas cosas.- Aseguré riendo y dando un paso atrás antes de acomodarme el cabello tras una de mis puntiagudas orejas. -Dilo y no te molestaré. Tampoco me gustaría hacerte pasar un mal rato ni nada.- Me encogí de hombros de nuevo, esa nunca había sido mi intención. Torcí los labios bajando la mirada, así que siempre le había caído mal a él...

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Los ojos del pelirrojo se van abriendo de más lentamente conforme las palabras se forman con la infantil voz de la elfa. Su mano empieza a apretar fuertemente la bolsa de gomitas mientras sus labios se separaban mínimamente.

"Sonríe para mostrarles que la vida vale la pena..."

Hazel se queda pasmado ante las palabras de la chica de pelo negro. Casi por accidente llegó a sus ojos la imagen de un orfanato en medio del campo durante una tarde lluviosa de Mayo.
Un pequeño niño pelirrojo yacía sentado en una pequeña camilla de atención médica en el rancho de Little Monsters. A pesar de que había pasado ya una semana desde que había llegado, sus heridas aún no terminaban de cerrar, provocadas por poderosas armas élficas hechas con mana. Con una venda rodeando su cabeza y cubriendo uno de sus ojos verdes, el que estaba libre yacía siempre clavado en el piso, con una expresión perdida y derrotada. En esa mirada ya no había más voluntad de vivir... ya no había nada.

Una chica de unos 18 años era la encargada de atender sus heridas, y mientras desenredaba las vendas que el niño tenía cubriéndole el torso, manchadas aún de un poco de sangre, fijó sus ojos rojizos, casi rosados, en la mirada perdida de él. Una sonrisa maternal se formó en el rostro de la chica de cabello rubio con mechones rosados.

- Te llamas Hazel, cierto?- dice con su voz aguda y dulce. En realidad nadie sabía el nombre del niño, ya que desde que llegó ahí no había dicho palabra. Lo habían llamado así por el color de sus ojos. -Eres un niño muy valiente, lo sabes? La mayoría llora mucho con estas curaciones.
Pero no hubo respuesta. Las vendas ya se habían ido, y ahora ella pasaba sus manos por sobre las heridas del pequeño para continuar con su recuperación. Ella sabía que no habían terminado de cerrar porque él no quería que lo hicieran. El mana blanco, por más fuerte que fuera, no podía arreglar un cuerpo que no quería ser arreglado...
Una mirada triste escapó de los ojos de la chica. Era tan doloroso para ella ver que un pequeño de ni siquiera 10 años tuviera esa mirada que reflejaba un alma privada de todo deseo de vivir.
Miró hacia atrás, viendo a los otros pequeños, aún más chicos que él, que estaban en el área médica de Little Monsters en esa tarde. Por alguna razón, había muchos pequeños lastimados, algunos más que otros, pero todos se veían tan tristes siempre... a pesar de que estaba 100% comprometida con su trabajo, el estar ahí siempre la hacía irse con el corazón roto.

Alargando un suspiro, tomó una manta y la puso sobre los hombros del pequeño pelirrojo, quien ni siquiera hizo un movimiento en reacción. Ella sabía por lo que había pasado... Aria le había contado todo. -Hazel... escúchame...- dice bajito, con la voz entrecortada -Sé... que duele... mucho. Sé que es casi insoportable el saber que no volverás a verlos... pero...- la chica se pone de cuclillas para quedar a la altura de su cara, apretando un poco el abrazo de la manta con sus manos y poniendo una mano sobre la mejilla del pequeño. -Tú estás vivo, Hazel... y tienes toda una vida por delante... por mucho tiempo será difícil creerlo, pero... te otorgaron una segunda oportunidad. Y eso siempre tiene una razón de ser...-

El ojo verde del pequeño lentamente fue elevándose hasta ver directamente a los rubíes de la chica, quien al ver por fin una reacción, le sonríe con una dulzura mágica al niño sin nombre. -Sé que aquí dentro...-- continúa poniendo una mano sobre el pecho del niño -Hay un corazón enorme... fuerte, bondadoso; un corazón que nació para traer sonrisas a los demás. No dejes que la flama de ese corazón se apague. Sigue adelante, Hazel. Será muy difícil al principio, pero sé que puedes lograrlo... yo te ayudaré a lograrlo, sí?-

El ojo del pequeño se quedó mirando fijamente a la chica, y pronto, un reflejo cristalino comenzó a cubrirlo.
-Blake...- dijo bajito, con la voz entrecortada. -Soy Blake...

Una minúscula sonrisa se forma en los labios del pequeño mientras una lágrima resbalaba por su mejilla. La sonrisa que la chica le había regalado se extendió hasta cubrir sus mejillas por completo, y lentamente lo rodeó con sus brazos y llevó la cabeza pelirroja del niño a su pecho, abrazándolo con fuerza.
-Aquí estoy, Blake. Aquí estaré contigo hasta que puedas volver a sonreir... te lo prometo...
-No...- responde el pequeño - Hazel está bien. Me...gusta ese nombre...-
La chica dejó ir una pequeña y silenciosa risita, dándole un beso en la cabeza al niño. -Bien, Hazel... entonces así te llamarás de ahora en adelante.- Lentamente, la chica rompió el abrazo, separándose del pequeño. Él la vio por fin a los ojos, aún con esa pequeña sonrisita en su cara. Detrás de ella, las nubes habían empezado a disiparse, dejando entrar por la ventana los rayos anaranjados del ocaso, y enmarcando el rostro de la chica con una luz casi celestial.

Fue entonces que entendió el poder que tenía una simple sonrisa. En ese entonces, una sonrisa y una manta fueron suficientes para demostrarle a un pequeño asustado que el mundo aún no se acababa. No había logrado hacer que el odio se fuera, pero lo había hecho salir adelante. Gracias a ella, se prometió a sí mismo que haría lo posible por hacer que otros niños que llegaran a ese lugar sintieran eso mismo. Que con una simple sonrisa, aunque fuera una sonrisa que él se obligaba a proyectar para enmascarar la ira y el dolor, se dieran cuenta que había toda una vida por vivir.

Ahora, ahí, frente a la elfa de cabello negro, se había dado cuenta de algo. Hacía mucho, mucho tiempo que no tenía que fingir. Hacía mucho tiempo que su sonrisa era sincera, que ya no necesitaba enmascarar ese odio y ese dolor, puesto que habían quedado atrás. Tal vez nunca podría perdonar del todo a los elfos. Tal vez la ira nunca se fuera en verdad. Pero eso ya no importaba, puesto que ahora su vida ya no dependía de ello. Ahora, el fuego de su corazón no quemaba con la idea de la venganza. Gracias a ellos dos, a la pequeña rubia de ojos miel que no quería comer, y al pequeño francés que jamás sonreía, había entendido el verdadero significado de la vida. El haberles devuelto la sonrisa a esos dos rostros había cambiado las brasas de su llama.

Qué ironía que la que lo hiciera finalmente poner todo eso en orden dentro de su cabeza fuera nada más y nada menos que una elfa. Al final, la fuente de su odio terminó siendo también la fuente de su aceptación.
No había pasado mucho tiempo en realidad, los recuerdos habían asaltado a Hazel en unos cuántos segundos, tiempo que para él fue una eternidad, sí. Una sonrisa se dibuja en el rostro del pelirrojo, quien baja la cabeza con una pequeña risilla.

-Eres una buena chica, Aubrey...- dice finalmente volteándola a ver sin dejar de sonreir. - Gracias <:

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Durante los segundos que él se mantuvo en silencio miré mis zapatos y moví un poco los pies, inquietamente. No me gustaba el silencio, es más, a veces me daba miedo. ¡Sí! Otra de las razones para decirme que era poco menos que nada élfica, pero ya me había acostumbrado a escuchar eso, así que simplemente permanecí en la espera de alguna palabra. Recordé entonces la forman en que él se había llevado con todos nuestros compañeros por años, pero conmigo poco o nada era lo que había conversado. En actividades grupales y una vez que habíamos sido pareja en un trabajo, pero si recordaba bien, no lo había hecho muy feliz.

Elevé el rostro de pronto, totalmente sorprendida al escuchar tales palabras. Me decía de cierta forma que me odiaba, y después me soltaba tan tremenda bomba. Mis ojos azules se abrieron enormes, mostrando mi sorpresa sin pudor alguno por el obvio gesto. -¿De verdad lo crees? -Pregunté sintiendo que luego mis piernas se volvían de gelatina de pronto. ¿Él siempre se miraba así cuando sonreía? Parpadeé confundida, ahora que lo pensaba Hazel nunca me había dirigido una sonrisa a mí. ¡Y ahora había sucedido! Ahora entendía porqué tenía un club de fans.

Sonreí tontamente, llevándome la mano libre a la nuca para agachar el rostro algo avergonzada, posiblemente con mis mejillas teñidas de un tono carmín. -Tú también lo eres, Hazel.- Solté sin pensármelo, antes de elevar la mirada. -No, me refiero a chico, es decir; eres buen chico. No chica, sí, eso, pero tú entendiste, porque fue obvio porque...- Cerré un ojo mordiéndome la lengua dentro de mi boca para callar mis tonterías. -¡Bueno, eso era todo! Gracias, me has salvado de tener que pasar por la desagradable sensación de que mi sola presencia molesta a tu nucker. :c - Solté avergonzada, siempre sentía eso con ella. -Te debo una, campeón.- Sonreí y le guiñé un ojo antes de regresar por el camino de donde había llegado. Iría a los baños del piso superior, en primer lugar porque tenía calor y quería acomodarme el cabello, en segundo lugar porque no quería bajar las escaleras con él. ¿Estarían aun mis mejillas rojas por su sonrisa?

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