De vuelta [Aubrey]

Con el pajama puesto todavía Aubrey comía unos panqués de chocolate con ricas pasas y un gran vaso de leche. Se notaba por la forma en que picoteaba la comida que se había levantado muy temprano y finalmente, así con un pantalón deportivo gris, flojo y una blusa negra de tirantes había ido a comprar algo rápido de desayuno, pero sencillamente no tenía hambre. Era la costumbre de que Celes le despertaba siempre a buena hora para desayunar aún en fines de semana, pero no tenía hambre. Soltó un bufido antes de estrujar un cojín con un estampado de Carbuncle que tenía desde segundo año, bordado torpemente por ella misma pero modificado con mana para que dejase de parecer una mancha rara y fuese idéntico al animal. Se echó finalmente en la cama y se quedó unos instantes observando el techo con estrellas falsas para luego escuchar la perilla de la puerta moviéndose.


No pudo esperar ni un instante y, con un hechizo simple hizo desaparecer la puerta para poder lanzarse a los brazos de su mejor amiga y estrujarla con gran fuerza. -¡Ceeeeeeeeeeeeeeeles! - Exclamó como quien ve el sol por primera vez luego de años de ceguera. ¡Pero en todas las vacaciones no la había visto! Estados Unidos estaba muy lejos de Francia y ya era mucho gasto para su familia pagar los viajes a Londres de rigor, por lo que tenía que soportar la espera eterna de las vacaciones. -¡Carbuncle! - Soltó luego para dejar libre a su amiga y buscar al pequeño animalillo y tomarlo cariñosamente entre los brazos.

-¿Por qué te has demorado taaaaaanto? - Reclamó inflando las mejillas y entrecerrando los ojos sin soltar a su pequeño amigo. Realmente poco le importaba ir por ahí con la apariencia obvia de acabarse de levantar, empezando por su desarreglado cabello negro que, si bien había estado sujeto en una coleta al dormir, ahora se veía todo desarreglado.

Una risa cantarina escapó de los labios delgados de la jovencita mientras elevaba un brazo para acariciar con los dedos la cabecita peluda del bonito animal que yacía sobre su cabeza. -Siempre es bueno recibir tus halagos, Carbuncle~- Aseguró intentando mirarle, pero volviendo sus orbes azules hacia la más alta, entrecerrando los ojos por sus palabras. -¿Órdenes?- Atinó a preguntar con un claro gesto de incomodidad en su infantil rostro, antes de quitarle la maleta a Celes para meterse a la habitación y dejar el equipaje sobre la cama de su amiga, volviendo a mirarla sin ladear el rostro, como era su costumbre, para no tirar a Carbuncle.

-¿Ahora qué es?- Torció los labios antes de treparse a su cama y cruzar las piernas en posición de loto con las manos sobre los muslos y observándola. Si había algo que no le gustaba de Celes, era su futuro, su relación con el consejo de magos y todas esas ondas raras que ella no entendía por completo pero que al final no le gustaban. No le gustaban nada.

-Supongo que tiene que ver con lo que pasó el primer día de clases acá.- Comentó para luego tomar el cuerpecito del animal para echarse sobre la cama y recostar al bichito sobre su panza. Sólo recordar aquel suceso la hacía estremecerse, era tan desagradable. A decir verdad ella supuso que si la joven ángel se había demorado en volver era porque había ondas en el consejo con lo de el atentado a Furukawa, y ella era de esos involucrados en mantener el orden. Un día Celes iba a estar entre todas esas personas tan duras.

Se mantuvo seria, cosa rara en ella, mientras le hacía mimos en la cabeza al felpudito animal, rascándole las orejas y disfrutando el calorcito que provocaba sobre su estómago. Escuchó atentamente a la mayor hasta que ésta hizo una pausa, una que no le gustó en nada. Abrió sus grandes ojos azules aun más y volteó a verla con intensidad, separando los labios en espera de lo siguiente. Al escucharlo ni siquiera pudo mantenerse viéndola, desvió la irada y contuvo el aliento. -Claro…- Soltó un suspiro que dejaba claro el esfuerzo sobrehumano que hacía por contener todo lo que sentía en ese momento. Dejó sobre la cama a Carbuncle con cuidado y se puso de pie para darle la espalda a ella. Se cruzó de brazos y mantuvo la mirada fija en el estampado de las sábanas ajenas. -Claro, tienes que dejarlo.- Apretó los labios.

No quería voltear porque no deseaba que su amiga viese las lágrimas de coraje que se asomaban en sus ojos. -Es sólo un estúpido juego. Nada importante para alguien que va a llegar tan lejos.- Cerró los ojos y elevó el rostro como si mirase el techo, sin atreverse a girar el cuerpo. -Pero era nuestro último año, Celes…- Bajó finalmente la cabeza para ponerse una mano en la frente, notoriamente afectada por aquello. -Yo sé quién eres, lo sé desde que te conocí, pero aun no me acostumbro a que tengas que dedicar tanto a esas cosas y tan pocas a ti misma.- Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. -Tienes diecisiete años, pero a ellos no les importa, lo único que quieren es cumplir sus estúpidas leyes sin dejarte vivir ni un poquito.- Apretó los dientes para que su voz no sonase afectada. -¡Ellos no saben ni qué día cumples años, ni qué comida te gusta. Pero claro, tú dejas el Mugby y todo lo divertido para cumplir sus estúpidas leyes!-

Rió un poquito por el movimiento del felino y se dedicó a mimarlo cariñosamente, escuchando finalmente que Celes al menos estaba de acuerdo en eso con ella. Les quedaban dos años juntas, lo aprovecharían. Elevó a Carbuncle sujetándolo por los costados y arrugando la nariz para juntarla con la de él. Sabía que terminando el Instituto ellos se llevarían a Celes y sería poco lo que la pudiese disfrutar, así que lo haría todo lo posible por ahora. Sin embargo se desconcentró al escuchar sobre la nueva defender. Un momento... -¿Primer año?- Refunfuñó para coger entre sus brazos al pequeñito bicho para estrujarlo ahí con suavidad y cariño. -Pero, Celes...- La miró con algo de preocupación.

Bajó luego su celeste mirada un rato y volvió a fijarla en la de su mejor amiga. -Nuestro nuevo carrier es...de primer año también.- Torció los labios recordando el cuerpecito de Noah y parpadeando. -No creo que eso sea bueno.- Hizo una mueca de confusión hacia la más alta. Algo le decía que estarían en mucha desventaja ese año.

Me hizo mucha ilu escuchar que de pronto Celes se pusiera tan dedicada al Mugby. A pesar de lo que todos pudiesen pensar yo no era tonta, sabía perfectamente que la chica con la que había compartido habitación por tantos años no amaba el deporte con locura como muchos otros, pero tenía la esperanza de haberle enseñado a divertirse haciéndolo. De vez en cuando había notado en ella un brillo de entusiasmo mientras jugábamos. Sin embargo era tan pasajero como sus sonrisa. Sonreí yo entonces, escuchando la vocecilla de Carbuncle que aunque a veces dijese palabras hirientes siempre terminaba siendo adorable para mí. Por alguna razón no podía tomarle ningún sentimiento malo, él era así y siempre lo sería, él era la conciencia de Celes aun cuando ella ya era suficientemente dura consigo misma. Acaricié las orejas del pequeñito y lo coloqué en la cama para dar un salto sobre ésta y bajar de ella.

-Gracias por esforzarte en ésto.- Sonreí ampliamente antes de ponerme de puntitas y darle un abrazo fuerte pero más cálido que enérgico. De pronto sentí que habían pasado mil años desde la última vez que había sentido el dulce aroma del perfume de Celes. Eso me hizo sentir nostalgia, pero disfruté el momento aspirando lento y hondo, guardando en mi memoria cada detalle. Como el calor de su cuerpo o la sensación de sus suaves cabellos siendo rozados por mis manos en el abrazo. De pronto noté algo extraño...

Me separé abruptamente y le tomé los brazos con mis manos ligeramente fuerte. -¡Celes Garamonde! ¡¿Cómo has podido?!- Saqué mi labio inferior lloriqueando mientras bajaba mi vista hacia su pecho. -¡Están más grandes que al salir de cuaaaaaaaarto!- Aseguré antes de llevarme las manos a mi propio pecho, rodeando con mis dedos mis pequeños senos que no habían crecido ni un milímetro desde el inicio de vacaciones. -¡No es justo, a mí no me crecen nunca!-