Broken │ Privado

Escuchó estruendos en el interior del lugar conforme iba bajando hacia él, aunque no se inmutó demasiado. Llevaba puestos una blusa de manga larga y un pantalón entubado negros, así como unos converse totalmente del mismo color. Su cabello sujeto en una coleta alta y las mejillas tan pálidas como los labios. Pasó saliva con la esperanza de encontrar finalmente al profesor Söderkvist, al haberle estado buscando desde temprano. Al llegar finalmente se mantuvo estática, mirando el lugar como si no estuviese ahí, como si ella no estuviese ahi. Parecía aturdida, pero a la vez desconcentrada. Era como si sólo el cuerpo se moviese, como si el alma estuviera en otro sitio.

Separó los labios sin decir nada, sólo para volver a juntarlos mientras sus ojos verdes se enfocaban en la otra persona en el lugar. Quiso decir algo para que su presencia fuese notada, pero ninguna palabra salió de su pecho, más bien parecía tragárselas todas. No había rastros de lágrimas en sus mejillas, pues se había dado una ducha reciente, inclusive su cabello estaba húmedo, aunque no goteaba ya. Pero sus ojos dejaban claro que había llorado largo rato, varios días, sin parar. Pasó saliva y su pecho se elevó cuando respiró hondo, sólo para volver a su posición normal en el instante que el aliento escapó como era obvio. Entonces bajó la mirada, con los brazos a los costados y la cabeza ligeramente agachada.

-Señorita Köhler, ¿Que la trae a este recinto de metal, acero y escombros a esta hora?

Siguió con la mirada cada movimiento realizado por el vampiro antes de que éste decidiese terminar lo que se encontraba haciendo para acercarse a ella. Bajó la mirada hasta que él habló, lo cual la animó a comenzar con lo que había ido a decir. -Pensé que podría hablar un momento con usted.- Se apretó el brazo izquierdo con la mano derecha y trató de calmarse un poco antes de continuar, mirando a ningún punto en particular, pero alejándose de la mirada del adulto que, en ese momento, seguramente no podría mantener. Le temblaron los labios mientras dudaba si continuar hablando o no, pero finalmente se animó a levantar sus esmeraldas para fijarlas en él.

-Me preocupa Hazel.- Sentenció, pues, a pesar de que quería alguien con quien hablar, en ese instante estaba segura de que nadie entendería su dolor y pesar por la muerte de Gustav como lo podrían hacer Hazel o Sebastyan. Debido a ese pensamiento se había alejado de todo el mundo, incluido el joven Kluivert con quien, apenas unas semanas atrás había entablado una buena amistad. Ahora todo era diferente, porque le había costado mucho animarse a acercarse al hombre que ahora tenía enfrente, mucho más a cualquier otra persona. -No sale de su habitación desde el funeral.- Pasó saliva y se llevó una mano a la frente, pues la cabeza le dolía por llorar tanto y comer poco, pero nada podía hacer en ese instante por remediar las cosas. Suspiró.

-Yo sé que lo hice de igual forma aquel día. Pero eso fue porque no entendía que ellos estaban preocupados por mí. Ahora lo entiendo porque cada momento que pasa, cada momento en el que sé que él está sufriendo sólo, me desmorono un poco más…- No podía mirarlo a los ojos mientras decía aquello, por lo que se mantuvo con la vista en sus propios tenis, resistiendo el impulso de tirarse al piso y llorar. Ya no quería llorar más, no al menos frente a los demás.

- El chico necesita tiempo, tal como tu lo necesitaste Naami, esta vez el se llevó la peor parte, una situación por la que nadie debería pasar, pero tengo la esperanza que logrará salir. -hizo una breve pausa y trato de suavizar su tono de voz para que no sonara de la manera habitual(como si no le importara un ápice su interlocutor)-, Sin embargo, debo preguntar ¿Como estas tú?, se honesta conmigo.

Mordió su labio inferior cuando él indicó lo obvio. Sí, ella había necesitado tiempo, y sí, él lo estaba pasando peor, pero aun así...Cerró los ojos y soltó un largo suspiro, juntando las puntas de los zapatos sin querer elevar la vista aún. -No vine a hablar de mí, profesor Söderkvist...- Soltó lo más respetuosamente que pudo, elevando apenas la mirada sin mover el rostro, mirándolo bajo las pestañas en tanto que se preguntaba qué debía decir. Suspiró de nuevo y miró a otro lado, subiendo la cabeza finalmente, para llevar ambas manos hacia los bolsillos traseros del pantalón para meterlas ahí.

-Ya me aconsejó sobre mí una vez, así que está bien.- Mordisqueó el interior de su mejilla mientras observaba el desastre a lo lejos y percibía el aroma a polvo que eso generaba. -Gustav no está más...y Sebastyan se fué.- Cerró los ojos por un instante. -Así que sólo quiero levantar a Hazel.- Finalmente dirigió sus esmeraldas hacia los ojos de su interlocutor, mirándolo intensamente, intetando hacerle notar la impotencia que la invadía en ese momento. -Él y yo somos todo lo que queda...de lo que fue mi familia aquí.- Volvió a evadirle, pateando una piedrecilla que se encontraba cerca de su pie y que terminó lejos, aunque no fuertemente. Nunca había tenido fuerza humana natural. -Éste enfrentamiento me arrebató muchas cosas...no dejaré que me arrebate a Hazel también.- Sentenció segura de sus palabras.

Podía ser la misma chica de Srad de siempre, su mismo cabello, su mismo rostro, su mismo cuerpo, pero su voz y su mirada eran distintos, ya no eran de una simple niña. -Sólo quería un consejo sobre cómo acercarme...- Se llevó una mano al cabello para despeinarse inconscientemente, notoriamente confundida y algo irritada consigo misma.

- ¿Crees que un consejo es suficiente?, Naami, entiendo tu posición, la he vivido más de una ocasión. Pero, responde honestamente; si te presentas ante el muchacho y tu no estas bien el chico se quebrará y tu también lo harás. Así todo progreso que pudieron haber tenido en sus momentos de soledad se habrá desperdiciado ¿Tienes la suficiente fuerza como para ver a quien dices es el último miembro de tu familia en su condición actual?, a pesar que esta vivo su cuerpo sufrió un daño que fue imposible de reparar y así también su alma... y TU alma... si quieres ayudar a Hazel en este momento, lo primero que debes hacer es levantarte tu misma - el vampiro se acercó a la nahual y delicadamente levantó su rostro para mirarla a los ojos antes de preguntarle -, Naami ¿Estas de pie?

Las palabras del adulto comenzaron duras, quebrándola un poco más. Pero tenían todo de verdad, por más que ella se negase a entenderlas. Por más que quería aferrarse a su poca fuerza, por más que deseaba rechazar toda la ayuda posible ahí estaba, parada frente a quien pensó que la ayudaría. Pero aparentemente no quería entender lo que él decía, había ido con la esperanza de escuchar lo que ella deseaba escuchar, no lo que le sería dicho. Sus ojos se llenaron de lágrimas y miró el suelo, inspirando hondamente. ¿Qué importaba cómo estaban los dos? No podrían ayudarse si esperaban a sanar por separado, ella estaba segura de que juntos podrían ponerse en pie...de eso estaba segura. Al menos era así antes de verse obligada a levantar el rostro. ¿Hacía cuánto que no recibía un gesto así?

Quiso hablar pero le temblaron los labios, pálidos como su rostro, y desvió la mirada por la pregunta. -Ya estoy harta de todo esto...- Sollozó. -No debería estar sucediendo.- Apertó los puños y sin poder evitarlo sus hombros temblaron ante el llanto que comenzaba a salir. -¡Gustav no!- Gritó finalmente, dando un paso más para recargar la frente en el pecho del vampiro, cerrando los ojos con fuerza. -¿De todos, por qué él? ¡¿Por qué él?!- Mostró su furia, pero sus palabras salían perjudicadas por el llanto y la sensación de que la saliva se volvía pesada y molesta. -¿No ha sido suficiente? ¿Quién decide quiénes deben morir?- Pero ya no eran sólo las situaciones vividas en el Instituto y el rancho lo que reclamaba, era obvio.

Levantó los brazos para apretar fuerte la playera del más alto con sus dos manos, a la altura donde se encontraba su rostro escondido. -¿No ha sido suficiente ya...?- Era su alma la que se quejaba, en la profundidad de su pecho reclamaba por todo lo que le habían quitado en sus cortos años de vida. No quería perder más a quienes amaba, no más.

- No tengo respuestas para todas tus preguntas pequeña, solo se que cada quien tiene una senda por recorrer, para algunos es larga, para otros es demasiado corta. Las decisiones de madre Gaia nos pueden ser injustas la mayoría de las veces pero yo no me permito creer en coincidencias. Se que es difícil y no se de alguien que no lo haya hecho pero no deberíamos cuestionarla, por ello solo son queda vivir por los que se han ido... vivir tal como hubiéramos querido que ellos vivieran y crecer tanto como a ellos les hubiera gustado llegar o vernos llegar. -Kodran guardó silencio unos instantes y acarició los castaños cabellos de la niña-. No te pido que los olvides, pero a ninguno de ellos les gustaría verte así. Tampoco estoy diciendo que debes actuar como si nada hubiera pasado, fueron heridas que te llegaron demasiado pronto, portalas sin orgullo ni vergüenza y recuerda que son tu pertenencia y no al revés. Llora todo lo que desees y si quieres que nadie se entere puedes buscarme y hacerlo cuantas veces creas necesario, mi opinión acerca de ti no cambiara a pesar que seas capaz de inundar el Instituto entero con tus lágrimas.

Cuando sintió el brazo del más alto rodeándola algo se activó en su interior y buscó refugio ahí mismo. Apretó más la tela contra sus dedos y pegó lo más que pudo su frente contra el pecho ajeno. Hacía tanto tiempo que no se sentía protegida de ese modo. Recordó inconscientemente el fuerte abrazo de su padre el día que ingresó a primer año del Instituto. Se miraba tan lejano ahora…

La mano en su cabeza era fuerte, pero no se mostraba tosca o violenta, como usualmente miraba que él hacía uso de ellas. Parecía querer confortarla, lográndolo de una forma escalofriante. Comprendía sus palabras, las entendía perfectamente y por primera vez en días parecían aliviar un poco el dolor intenso que sacudía su pecho en esos momentos. Y la inesperada caricia a sus cabellos la hizo contener el aliento por un ínfimo segundo, haciéndole cerrar los ojos para inspirar muy hondo y calmar el fuego que lastimaba su alma. Recordó que irónicamente la vez anterior acudió a él en busca de palabras que le liberaran el miedo. Ese miedo que sólo el colgante de Taylor pudo disipar. Y ahora encontraba en Kodran las palabras que aliviaban a un grado muy grande su dolor.

Sin poder evitarlo sus brazos delgados, cubiertos por la tela negra de su blusa, rodearon el torso del vampiro, enredándose todo lo posible para no alejarse de él. Su llanto volvió a fluír, pero más intensamente. Intentó liberar todas las lágrimas contenidas frente a otros, todo el llanto que tenía encerrado desde la muerte de Gustav. Y su alma fue vaciándose de dolor lentamente, aunque el proceso tomaría mucho más que eso. Aun así, se sentía protegida, se sentía en paz. Por ese instante se sabía a salvo, y, a pesar de todo, sabía que el Djin estaba en un lugar mejor. Ahora era libre de dolor y problemas mortales, era más feliz que todos ellos.

- Llora pequeña, inunda el lugar con tus lágrimas para que ellas no te ahoguen...

En cualquier otro momento se hubiese muerto de la vergüenza si alguien le hubiese dicho que terminaría abrazada fuertemente al profesor Kodran Söderkvist. ¿Razón? Simple, ella siempre lo había visto como un ser de guerra, un ejemplo perfecto para el combate y la fuerza, la destrucción en todo su esplendor. Sí, lo veía como un profesor, claro, pero en ese momento…

Cerró fuerte los ojos y sin poder evitarlo, o sin ser consciente de ello restregó un poco el rostro contra el cuerpo del mayor, secando así sus lágrimas para hipar un par de veces. Ese hombre la estaba consolando, como nunca se imaginó la Nahual que era capaz de hacer. En ningún momento se imaginó al vampiro dando apoyo moral tan cálido. Podía sentir las caricias a su cabello, como nadie hacía años las daba. Quiso abrazarlo más y quedarse ahí un rato, pero se dio cuenta de que las lágrimas y sollozos habían terminado, así que sería muy extraño que continuara abrazándolo, o peor aun, que le apretara más fuerte. Dio tímidamente un paso hacia atrás y agachó la cabeza para poder secar las lágrimas con el dorso de la mano derecha cubierta por la manga de la blusa.

Tenía las mejillas algo irritadas por haber repetido el proceso varias veces y sus ojos dejaban muy claro lo mucho que había llorado, pero sentía que le quitaba un peso de encima. De alguna forma se sintió más ligera, como si por fin pudiese entender que a pesar del dolor, las cosas sucedían por una razón. Sus hombros bailaron suavemente por última vez mientras suspiraba dejando ir el último sollozo y elevó el rostro lentamente. Se preguntó si se vería muy fea en ese momento, sin maquillaje y con los ojos con marcas de llanto. Seguramente se habría despeinado por el abrazo también, pero no quiso acomodar su cabello.

Tenía un impulso muy grande por volver a abrazarle, quizá sólo porque no sólo había confortado la muerte de Gustav, si no que había llenado un hueco de más de dos años de profundidad. Pero no, no volvería a abrazarle, o sería muy extraño. Bajó la mirada de nuevo y se encogió de hombros. –Perdone, profesor Söderkvist. Creo que no soy la Nuker fuerte que usted veía en el campo de Mugby.- Comentó sin querer mirarlo. Al menos eso sentía ahora, pero no había vuelta atrás. Había mostrado su lado más débil y ya no había vuelta atrás.

- Hace algún tiempo, una persona me dijo que la fuerza no solo es física, sino que también se requiere de gran fortaleza para mostrar tus sentimientos. No creí en aquellas palabras en un comienzo, sin embargo, cuando lo puse en práctica por primera vez entendí aquello. En ocasiones es más fácil partir en dos a un oponente que sacar lo que llevas dentro, tus lagrimas de hoy no me dijeron que eres una niña llorona, me dijeron que eres una mujer con la suficiente fortaleza como para mostrar tus emociones al muro de "hielo" que esta hablándote en este momento. Srta. Khöler, Naami, sigo viendo a la Nuker fuerte del campo de Mugby, te lo dije hace un momento. Mi opinión acerca de ti no cambiará aunque nos ahoguemos en este sitio con tus lágrimas.

Al escuchar la referencia a sí mismo como muro de hielo soltó una especie de risa mientras una sonrisa suave se dibujaba en sus labios. Finalmente elevó el rostro para buscar la mirada del más alto, sorprendiéndose al encontrarla rápidamente. ¿Había estado él observándola? Se acomodó un mechón tras la oreja para al menos sentirse un poco menos desaliñada, sintiendo de pronto que su respiración se pausaba por un momento. ¿Sería cierto todo eso? Que él era capaz de seguir viéndola como alguien fuerte. Realmente a pesar de las palabras del adulto ella no podía entenderlo del todo, se seguía sintiendo débil tras haber llorado, pero se sentía aliviada, de alguna manera.

-Eso no sucederá, profesor Söderkvist.- Aseguró refiriéndose a lo de ahogarse ahí, pero agradecía enormemente sus palabras y esas suaves caricias con que le confortaba. De pronto se sintió como un gato en busca de mimos, pero no lo era, y lo mejor era salir de ahí antes de comenzar a ronronear. -Debería…- Dirigió la mirada hacia el blanco que antes hubo sido presa del profesor. -Debería dejarle un poco de roca que cubra el gimnasio. Si sigue así llegará al campus Australia.- Soltó una risita antes de bajar la cabeza por un segundo para luego volver a mirarlo con una sonrisa más amplia, aunque aún tímida. Sus mejillas se habían coloreado suavemente, en parte por lo agradable que se había puesto el ambiente, y en otra por el llanto que había removido tanto de su interior.

- Bromeas, ries y te sonrojas. Esta es la Naami que recuerdo en clases. No olvides esta conversación y recuerda que tienes mi apoyo. Y comenzaré por escoltarte al edificio de Srad, no es hora para que los alumnos anden fuera sin compañía de un profesor o un coodinador con permiso, si me disculpas...

- ¿Sabes? Las chicas son más lindas cuando ríen que cuando lloran...

¿Sonrojada la recordaba de las clases? En realidad ella reía y bromeaba en clases, pero sólo con los chicos. Con Hazel, Gustav y Sebastyan. Ahí sí reía y se divertía. Pero ahora todo era tan diferente. ¿Qué sucedería en adelante? ¿Serían sólo ella y Hazel? El ambiente se pondría raro estando los dos solos por todos lados, y, a pesar de aquella carta…

Volvió en sí cuando el profesor Kodran regresó con sus cosas, asintiendo a su ofrecimiento de avanzar primero, sonriendo levemente para observar el ascensor, aún algo pensativa. Trató de concentrarse en lo que tenía que hacer ahora; hablar con Hazel. Debía buscarlo, intentar darle su apoyo. Cerró un ojo cuando sintió la mano del adulto sobre sus desaliñados cabellos y lo observó. Observó el aspecto de su rostro que, si bien era de rasgos duros, tenía algo amable que le llamó la atención. Nunca antes lo había visto, pero era reconfortante. ¿Sería por la forma en que habían conversado ese día?

Sonrió un óco más al escuchar el comentario de las chicas. -Yo no soy como todas las chicas.- Aseguró antes de entrar en el ascensor que finalmente se presentaba ante ellos, y dirigió la mirada hacia el adulto aún dándole la espalda, a la mitad del camino para entrar. -Yo me veo mejor enojada y en un cambo de Mugby.- Tras eso volvió a mirar hacia el frente, entrando finalmente para disponerse a ir a la Fraternidad en cuanto subiesen.