Lady in the Hills...

Aquella hermosa melodía recorría por los pasillos del salón de artes. Una peqeña cartita color rosa, perfumada con un delicado bouqué de flores habia sido enviada con cita al salón 4 de música del Instituto Furukawa. Ahí donde se encontraba el precioso angel de cabello blanco tocando en una lujosa arpa de color blanco con algunos arreglos dorados.

La canción se sentía meterse en cada poro de su cuerpo y salir como un canto purificado de su alma, sus ojos cerrados solo demostraban su concentración y dedicación a aquella melodía que contaba la vida de una hermosa doncella... canción que siempre ha creido que la simbolizaba...

Ella esperaba pacientemente, mientras recitaba aquella linda canción y recordaba su motivo de existencia, pensaba en él y nada más....

Por alguna razón desconocida, al recibir aquella carta con un aroma demasiado suave y agradable, mi corazón se había detenido un momento, y tuve que contener el aliento sin siquiera pensarlo, mientras leía el mensaje escrito en ella. Sin dudarlo dos veces me apresuré al lugar del encuentro avisándole apenas a mis compañeros de curso. Las cosas se habían puesto tensas y horrendas. Tenía días sin hablar con Noah y era consciente de que lo que había sucedido tiempo atrás no era algo normal, pero suponía que tampoco podía quedarme a investigar si los profesores se negaban a soltar palabra.

Ahora caminaba por los pasillos hasta escuchar, dos puertas antes de llegar al lugar, una melodía que me atrapó. Llevé la mano derecha al bolsillo de mi pantalón y me detuve en seco, sabiendo que seguramente era un buen momento para entregar el obsequio que en la fiesta Celta no había podido darle, pero volví a sacar mi mano vacía, llevándomela luego a la espalda para juntar ahí las dos y seguir mi camino. Finalmente me quedé parado en el marco de la puerta y sonreí infantilmente, observando al ángel que se encargaba de entonar tal melodía tan mágica. No quise hacer ningún ruido hasta que ella terminó de tocar.

-Hola...- Dije finalmente, caminando hasta donde se encontraba, llevándome la mano derecha a la nuca para rascarme un poco, inclinando el rostro hacia ése mismo lado sin dejar de mirarla. -¿Cómo estás?- Pregunté dubitativamente, algo nervioso sin razón.