Need some help? ⊰Dylan⊱

A pesar de todos los acontecimientos, la joven rubia estaba recobrando fortaleza. Tanto física como emocionalmente. Ya no se miraba tan delgaducha como semanas atrás y su rostro tenía de nuevo un aspecto alegre y muy saludable. Las infusiones y frutas de el profesor Fado tenían mucho que ver en ello, casi tanto como el apoyo emocional de todos sus niños de Sal.

Esa mañana se encontraba revisando en un pergamino mágico, que se escribía sólo con una pluma antigua de colores y se cerraba cuando alguien le hablaba. En éste se encontraban los nombres de todos los alumnos de primer año, al menos de su Fraternidad, y el desempeño y necesidades que había notado durante el ciclo escolar. Se frotó las manos mientras avanzaba, abrigándose mejor el uniforme de invierno, pues podía sentir el vaho casi congelándose. Era una fría mañana, pero sin duda hermosa, o lo era para ella mientras veía a sus niños andar por aquí y por allá en el edificio de la Fraternidad.

Habiendo terminado las primeras clases de la mañana, la mayoría iba a su habitación o casilleros en busca de objetos para las siguientes clases, al menos los que no se dirigían hacia el comedor para comer algo. Ella estaba haciendo un pequeño recorrido por si alguno necesitaba de ella. Siendo monitora escolar todos los niños, inclusive los más pequeños o despistados, sabían que podían acudir a ella por cualquier problema o duda que tuviesen. Así que mientras repasaba de reojo a los estudiantes que ya sabían realizar movimientos mágicos con más facilidad, buscaba en su bolsillo una barrita integral para saborear un poco. Ya había desayunado -porque se encontraba estrictamente vigilada-, pero aun así, comía entre horas para reponer fuerzas que sin querer había perdido.

Rhia pudo percibir la presencia de Dylan desde antes de que le sujetara la ropa. En primer lugar porque el sonido de sus pasos era bastante distinto al de los otros niños, y en segundo porque ella sabía reconocer ya el aura de los niños pequeños en el pecho, en especial la de los niños a quienes ponía más atención. Sin embargo, con prudencia esperó a que él se dirigiera a ella y entonces, finalmente, volteó a mirarlo. Al instante el pergamino donde escribía se enrolló solo y se mantuvo flotando en el aire, esperando a que la rubia se encargase del niño.

En sus labios se dibujó una sonrisa dulce y jugueteó un poco con la envoltura de su barrita, escuchando con atención la pregunta del más bajito. Soltó una risita baja y divertida antes de coger el pergamino con una mano, haciendo un movimiento para que éste se encogiese al tamaño de un dije pequeño y se colgase con un lazo rosado de su cuello. -Por supuesto que sí, Dylan. ¿Qué te parece si te enseño un truco para que no te pierdas de nuevo, mientras te acompaño yo misma?- Preguntó antes de cogerle el mapa con suavidad y colocar un hechizo rápido y sencillo.

-Mira, el mapa que tienes ahora posee un pequeño hechizo de dirección.- Señala con su dedo índice derecho su ubicación actual. -En este momento nos encontramos aquí. Y queremos ir aquí.- Colocó el dedo ahora en el aula de danza. -Cuando quieras ir a cualquier lugar, sólo tienes que dar tres golpecitos con tu índice derecho sobre el sitio al que quieres ir, y se trazara una línea azul en el mapa, para que puedas llegar desde donde estás.- Indicó antes de alejar el mapa de la vista del niño y señalar el suelo frente a ambos. -Y también esa línea se marcará en el camino, mira, toma el mapa.- Al entregarle el mapa, una líena de veinte centímetros de grosor se comenzó a dibujar en el suelo, desde donde estaban, hasta el aula de danza, indicando el camino a seguir.

-Así, sólo tienes que caminar sobre ella y llegarás a donde lo deseas.- Con una amplia sonrisa comenzó a caminar hacia el lugar.- Es un hechizo que se enseña en tercer grado, pero puedes conservar el mapa y, si no lo pierdes, puedes usarlo cuando lo necesites. ¿Qué te parece?-

La joven rubia asintió ante la observación del más pequeño y buscó en su bolsillo para sacar una bolsita de frutas secas que le había regalado una niña de segundo año, que la cuidaba mucho. Extendió el brazo para ofrecerle algo de los trocitos de fruta y siguió caminando a su lado. -Tienes razón en que puede parecer inútil aprender el hechizo en tercer año, cuando ya has aprendido el camino del instituto.- Dijo, animándole a volver a preguntar cuando tuviese dudas de nuevo, adoraba que los más pequeños hiciesen observaciones así sin miedo a ser reprendidos, pues era eso parte de su crecimiento y desarrollo escolar. -Sin embargo, éste hechizo va más allá de encontrar algo tan sencillo como el camino de aquí al aula de danza.- Comenzó a explicar, mientras ella misma cogía un trocito de plátano seco.

-Este hechizo es para realizar búsquedas alrededor del mundo, inclusive en otras dimenciones. La línea que tu vez es bastante notoria y gruesa, y no se pierde, porque la distancia es corta. Sin embargo, cuando se aplica a muchos kilómetros, pierde un poco de exactitud. Es un hechizo complejo y, como irás notando, sólo quien tiene el mapa puede ver la línea.- Continuó, observando las expresiones del más bajito mientras ella hablaba. -Para que otro pueda ver, el hechizo se modifica y se hacen adaptaciones, pero eso ya lo descubrirás en tercer curso.- Sonrió dulcemente y luego continuó con la pregunta formulada por el pequeño ángel.

-En cuanto a consejos, Dylan, son infinidad. Por ejemplo, que verifiques si en los bebederos de agua no ha tomado algún alumno hecho de fango, antes que tú.- Bromeó. -Si dejase un poco de fango el sabor te quedaría por días. Me ha pasado.- Rió, con media sonrisa. -Y bueno, mientras vamos al aula me gustaría conversar un poco contigo. Cuéntame, ¿cómo vas con tu cuerpo?- Preguntó moviendo un poco el brazo para indicarle que se refería a la coordinación de sus movimientos.