El clima tibio de la primavera romana estaba cediendo terreno al verano. Alrededor del imponente Anfiteatro Flavio, el tráfico vehicular y de personas era el habitual, o al menos parecía serlo. Entre aquellas personas era visible un hombre de cabello gris recargado en un muro del coliseo. Vestía un abrigo largo que parecía no ser "pesado" pues su portador no presentaba signos de verse afectado por el clima. Llevaba un paso tranquilo y fumaba un cigarrillo, parecía estar prestando atención a su entorno, estaba buscando algo o alguien. Luego de algunos minutos su búsqueda parecía haber terminado.
Pocos metros delante del inmueble milenario había un grupo de personas conversando, una de ella parecía tener algún tipo de apuro porque miraba por encima del hombro de quien tenía enfrente de forma poco discreta. Para su fortuna, en sitios como aquel, la gente no acostumbra a fijarse mucho en lo que hacen quienes rondan por ahí, sin embargo, en esta ocasión el hombre del abrigo si reaccionó ante aquellas acciones tomadas por el extraño. Fue en ese momento que apagó lo que quedaba de su cigarrillo y lo arrojó en un depósito de basura que tenía cerca y camino sin prisa pero a paso firme. Cuando llegó con aquel grupo, puso la mano en el hombro del sujeto que veía sin cesar el coche al otro extremo de la calle por lo que se generó un silencio repentino hasta que el extraño en abrigo hablo.
- No me importa de que están hablando en este momento pero su amigo tendrá que acompañarme le guste o no. De lo contrario la policía local tendrá que sacarlo con espátula del suelo.
Uno del grupo sonrió al escuchar las palabras y se disponía a sacar algo de los pliegues de su camisa abierta, pero otro del grupo le detuvo y habló
- Creo que no sabes con quien estás hablando, no vas a poder intimidarnos con tan solo palabras, así que te recomiendo que sueltes a mi amigo o tendrás – el hombre abrió un costado de su saco para dejar ver la cacha de una pistola-, serios problemas.
El extraño del abrigo se hizo hacia atrás levantando las manos y los dejó retirarse mientras se reían abiertamente, el solo sonreía por lo bajo y pronto desapareció entre la multitud sin que a alguno del grupo le importase mucho el asunto.
Ya por la noche aquellos hombres bebían en su guarida mientras contaban su último botín y dejaban que los narradores de un partido de futbol en la televisión le dijeran a nadie los pormenores del juego.
- Todo está saliendo mejor de lo que lo habías planeado, desde que te metiste con la mente de tu hija las cosas han mejorado bastante. Solo espero que no se moleste con nosotros algún día.
- No pasará, lo tengo todo bajo control, esa mocosa no significará para nosotros más que dinero siempre que la tengamos feliz con armas nuevas y que soportemos las palizas en las canchas de tenis. Y amigos, si puedo cobrar tanto como lo estoy haciendo por perder en un jueguito… estaré feliz de hacerlo.
Las carcajadas llenaron el lugar que ya estaba impregnado con un olor a tabaco y alcohol, por lo que el hedor a sangre que comenzaba a manar de la puerta fue imperceptible para ellos que continuaron conversando casi a gritos y a carcajadas sin importarles que la madrugada ahora les hacia compañía. Ninguno advirtió al hombre que de la nada se había sentado en una silla que estaba en un rincón de la pieza, no hasta que uno de ellos tropezó de tal forma que le sacó una risa un tanto sarcástica y cuando tuvo la atención de todos tras haberse llevado tal sorpresa comenzó a hablarles
- Asi que es cierto que una basura como ustedes está usando a una niña demonio para sus asesinatos, normalmente no me es importante las estupideces que hacen los de su estirpe, sin embargo, no puedo permitir que una demonio haga su trabajo sucio. He venido por la niña, no por su amigo. No se molesten en llamar a los que estaban fuera, ya no existen, tampoco desperdicien su tiempo llamando por teléfono a refuerzos, el lugar esta bloqueado, por lo que solo tienen dos opciones: Uno; tomen todo el dinero que tienen, no me interesa lárguense y dejen a la pequeña aquí. Dos; en lugar del dinero, me haran el favor de tomar sus armas para que yo pueda disfrutar matandolos lentamente en este sitio sin que nadie escuche sus gritos y sus entrañas se desparramen por todo el sitio.
Continua...