-Privado- Un colibrí mensajero

Al salir de su última clase nocturna del día (y de la semana... POR FIN!), al pelirrojo lo había visitado un curioso mensajero multicolor, muy para su agrado, definitivamente. El capitán recibió con una sonrisa de oreja a oreja a un colibrí que brillaba con todos los colores del arcoíris. Su cuerpo era transparentoso y etéreo, y tras de sí dejaba una estela de pequeñas luces cromáticas. La pequeña ave se quedó suspendida frente a Hazel, quien lo recibió juntando las manos como si fuera una pequeña, aunque tosca taza, y al estar listo para recibir lo que quiera que llevara el mágico mensajero, el pequeño colibrí da una pirueta en el aire, y a medio giro empieza a cambiar de forma gracilmente, dejando caer en las manos del capitán un pequeño pergamino con una nota escrita con una caligrafía cursiva impecable, inclusive esta escrita en tinta multicolor.


Una vez que Hazel termina de leer el corto mensaje, el pergamino se convierte en una flama multicolor, casi como si fueran fuegos artificiales de bolsillo, que al extinguirse en una pequeña flor de luces deja caer en sus manos un Kiss de chocolate de envoltura roja. Era definitivamente la firma que caracterizaba los gestos de su vieja amiga.

Una ceja se enarca en la frente del chico, mientras que una sonrisa ladeada se asoma en su boca. Hacía tiempo que no iban a ese lugar, así que no tardó tanto en decirles a sus compañeros que tenía algo qué hacer en el bosque. Ellos probablemente ya sabían a lo que se refería, y lo confirmó por la respuesta seca y despectiva de Sebastyan después que le dijera que no lo esperara despierto.

El chico hizo una rápida parada en la cafetería para pasar por el encargo. Un jugo de durazno y un jugo de toronja. Con un poco de magia, (y sordeando un poco el acto en la cafetería... ese tipo de cosas le hacían sonrojar un poco y prefería que no lo vieran hacerlo) hizo que el color del vaso y el popote del jugo de durazno se tornaran arcoiris. Apretando un poco el paso, pero caminando alegremente, el capitán se dirigió lo más sigilosamente que pudo hacia las orillas del bosque.
No muy alejado del instituto, pero lo suficientemente internado como para que estuviera rodeado de árboles, corría un pequeño arroyo con agua cristalina, rodeado en una parte por un claro en el que crecía una cama de flores de una especie rara, pero que tenían un color turquesa muy apacible. A la orilla del arroyo, un troco partido y un grupo de rocas hacían casi un perfecto asiento para pasar el rato. Ese lugar lo había descubierto desde que había llegado a Little Monsters. Estaba seguro que Aria sabía que se había llegado a escapar del rancho para explorar, pero después de un tiempo se habían acostumbrado. De alguna forma, él sabía que lo "cuidaban" desde lejos. Casi el mismo día que su amiga llegó al orfanato del instituto, él decidió llevarla ahí para intentar alegrar sus entonces amargos ánimos, y desde entonces, ese pequeño claro se había vuelto su pequeño lugar secreto. A Hazel siempre le había parecido curioso, era casi como en las películas.

Si tan sólo se hubiera dado cuenta entonces de lo que de seguro debió ser tan obvio en el actuar de su amiga...

Sin cuidar mucho su paso, el capitán se acercó al claro en el bosque. Para llegar ahí había que pasar por un pequeño tronco que servía de puente en el arroyo, lo cuál hizo sin problemas. Rhia ya estaba ahí, esperándolo, como casi siempre sucedía.

- Siento llegar tarde- dice el chico con una sonrisa apenada - El entrenamiento se extendió un poco más de lo que esperaba.
El pelirrojo se acerca alegremente a la chica, y le extiende la mano con el vaso multicolor. -Bueno, aquí está mi parte... ¿qué exactamente es "el resto"? Algo me dice que me estoy perdiendo de algo.- dice levantando una ceja y sonriendole a Rhia.

Hazel torna sus ojos hacia arriba en el momento en el que Rhia le da un abrazo. Ella siempre lo hacía, y siempre era suficiente para que empezara ese revoloteo que tanto lo desesperaba sentir en el estómago. "Ahí vamos..." piensa para sí mientras sentía las ideas en su cabeza empezar a revolverse como sopa de letras.

"Hablar de un par de cosas?". No le gustaba mucho cómo sonaba eso... de hecho, tenía miles de cosas en la cabeza, la semana había sido... rara. Y aún así, extrañamente, lo que más temió en ese momento es que el tema que quisiera tocar Rhia fuera... pues... el de "ellos dos". Por un momento se olvidó que la escuela había sido atacada, o de lo que había hablado con Sebastyan, incluso con Kodran. En ese momento temió por un instante que por fin su amiga se hubiera dado cuenta.

-N-naaaah- responde el chico de forma despreocupada ante la pregunta sobre el entrenamiento. -Vamos, me conoces mejor que eso, desde cuando el entrenamiento me es duro? Hahaha- dice llevándose la mano que no sostenía su vaso de jugo a la nuca y rascando su cabeza -Después de 3 años de KODRAN, qué me podría pasar en clase de combate? No puede ser peor que un Elemental de obscuridad a medio patio! - entonces reparó en que, de nuevo, estaba rascándose la cabeza, y desviando la mirada a un lado... ay no... ahí iba... "Alguien deténgame!" pensó. - Aunque, ya viste, ni ese me costó trabajo, qué tal, eh? Todo un Neo-Exorcista.- dice sonriendo estúpidamente para luego intentar callarse a sí mismo llevándose el popote del jugo a la boca y dando un fuerte sorbo.

Mientras daba un largo trago al jugo, también aspiró aire profundamente. Extrañaba bastante ese olor a bosque, le traía bellos recuerdos, y de cierta forma lo ayudó a calmarse un poco. "Vamos, vamos, no pasa nada. Es igual que siempre..." pensó para intentar aminorar esa sensación de mariposas en el estómago.

Hazel no puedo evitar reírse. Siempre le habían parecido muy graciosas las cajas eternas de Rhia. Era un hechizo relativamente básico, pero siempre se le había figurado de lo más caricaturezco. Claro, luego descubrió que el que escribió Mary Poppins era en realidad un mago amarillo, pero eso estaba fuera del tema. Cuando la chica sacó la hamburguesa, los ojos del muchacho se iluminaron. - Oooh, con tocino, verdad?!- dice alegremente tomando la bolsa sin cuidado, y pasándola de una mano a otra como una papa caliente, intentando evadir el calor, para luego tomarla de la parte superior y sacar la hamburguesa, que de VERDAD estaba caliente. El chico hace un par de muecas chistosas acompañadas de pequeños gemidos, y luego toma una profunda bocanada de aire, sus ojos iluminándose de un verde un poco más brillante, y deja ir un soplido mágico a la hamburguesa para enfriarla un poco y que quedara comible sin escaldar su paladar. Habiendo hecho esto, empieza a devorarla con su característica carencia de elegancia.

Con la boca llena de hamburguesa, el pelirrojo escucha extrañado la pregunta de su amiga. -Hmm.... tuh creehs?- dice mirando su abdómen y sus brazos. Él no se sentía más delgado... será que no estaba haciendo suficiente ejercicio en clase de combate? Hazel pasa el bocado que tenía en la boca y sigue hablando.
-Tal vez sea porque ya no estoy en entrenamiento nocturno con Kodran, en esa época sí estaba al tope de mi forma, hahaha!- dice doblando un brazo para levantar su músculo. -Pero sí.... Sebas siempre se está preocupando porque comamos "sanamente"...- dicho esto hace un ademán no de desprecio, más bien algo incrédulo y cínico, como si estuviera hablando de una secta loca -No te imaginas cómo le gusta retacarme de ensaladas! Digo, yo sé que los vegetales son buenos, pero necesito mi carne y mi comida chatarra! Hahahaha- levanta la hamburguesa como si estuviera brindando con un tarro de cerveza, y luego le da otra mordida, seguida de un trago al jugo -Pero en serio, no te preocupes, siempre hace una ración extra para mí, nunca me quedo con hambre, si eso es a lo que te refieres :B.

El chico hace una pausa por un instante. Realmente era raro que Rhia hablara de Sebastyan con él... de hecho, ellos dos, Sebastyan y Rhia, siempre evitaban hablar el uno sobre el otro. Hazel siempre había sabido que no se agradaban demasiado, desde muy pequeños, (lo cual, para ser honestos, lo entristecía un poco), por lo cual se le hizo extraño que lo sacara a la plática. -Por qué lo preguntas? Pasó algo entre ustedes o algo así?

Hazel no pudo evitar sonreir de una forma sincera y emotiva ante lo que había dicho Rhia acerca de Sebastyan. Intentó decir algo, pero en realidad no salió nada de su boca. El hecho de que al menos uno de ellos dos quisiera intentar hacer las paces con el otro fue muy grato para él. Tal vez lo suficiente para dejarlo sin palabras. Luego lo invitó a sentarse a su lado. El pelirrojo estaba a punto de hacerlo, cuando su amiga agregó que había algo que quería decirle. Por un instante el capitán se paralizó. Mil posibilidades pasaron por su cabeza sobre lo que ese "algo" pudiera ser. Después de pasar saliva pesadamente, por fin dio un par de pasos hacia Rhia y se sentó a su lado, limpiando su garganta y acomodándose varias veces, no sabiendo qué posición se vería la más "natural" y menos nerviosa.

Ella seguía hablando, pero a la vez no decía nada. Hazel sólo sintió su estómago estallar en acidez por la expectativa. "Y si se dio cuenta?" pensó para sí. Era lo último que quería. Sabía que ese era el último año de Rhia en el Instituto y no quería arruinarlo con tonterías de las que arruinan las amistades...

-Um... qué pasa? Estás...em... bien?- pregunta nervioso, buscando la mirada de su amiga, pero a la vez evadiéndola.

Hazel se quedó mirando a Rhia, perplejo. Cada palabra que la chica decía hacía que su corazón empezara a latir más rápido. En el momento en que puso la mano en su hombro, el pelirrojo se paralizó un instante. Parecía en su cabeza como si su amiga estuviera hablando en cámara lenta. Era como si el tiempo hubiera dejado de pasar para él, sólo quería que le dijera exactamente lo que quería preguntar.

'Si tú estás enamorado de alguien...' dijo. En ese momento los ojos de Hazel se abrieron un poco, eso lo tomó por sorpresa, aunque era exactamente algo similar a eso lo que temía escuchar. "Demonios, demonios, demonios, demonios, demonios, demonios, demonios, demonios, lo sabe, lo sabe, lo sabe, lo sabe, lo sabe, lo sabe!" empezó a pensar frenéticamente para sí.

'O si sales con alguien...' dijo ella. "Lo sabe, lo sab-- espera... qué?".

El semblante de Hazel empezó a cambiar por uno algo confundido, aunque seguía ansioso. Cuando Rhia continuó con sus palabras y quitó la mano de su hombro, la cara del capitán no expresaba nada más que incertidumbre total. A qué rayos se refería? Pensaba que lo había descubierto, es decir, las mujeres suelen ser más inteligentes para estas cosas, no podía ser igual que él, o sí? Sin embargo... estaba refiriéndose a sí misma en tercera persona o qué demonios?! Por qué no sería cercana consigo misma?!

- Eh...- un sonido dudoso escapó de la garganta del muchacho, quién, sin darse cuenta, había estado apretando la hamburguesa con mucha fuerza. Ahora el papel en el que estaba envuelta estaba todo lleno de catsup y mostaza en el fondo. Quería; no, NECESITABA preguntarle a quién se refería, pero fue tan difícil para él sacar esas palabras de su boca que hubo una larga pausa entre sus tartamudeos y una frase coherente. -...err...exactamente... a quién... te refieres?- pregunta el chico intentando parecer lo más calmado posible (y fracasando). Era obvio que estaba nervioso, y por más que lo intentaba, no podía mantener la vista enfocada en los ojos de la chica como normalmente solía hacerlo al hablar con quien fuera.

"Eso no es una respuesta...." pensó Hazel para sí arqueando una ceja y haciendo un casi imperceptible puchero. Sin embargo, a pesar de su frustración, lo único que pudo salir de él fue una torpe risilla cuando Rhia le dio ese ligero codazo.

- Creo que ninguna de ellas me interesa...- dice bajando el tono de voz progresivamente durante la frase.

"Cómo puedo hablar de amores contigo si a ti es a la única que no puedo decirle la verdad?" pensó el pelirrojo. Una parte de él quería decírselo, quería que terminara toda esa incertidumbre y esos nervios idiotas que lo dominaban siempre que Rhiannon estaba cerca. Pero sabía que si le decía algo, las cosas cambiarían. O más bien, eso temía.
-Sólo estoy... um... - quería decirlo: Estoy enamorado de alguien más. Pero simplemente no pudo. Sólo pudo soltar una falsa tos, cerrando el puño frente a su boca como para cubrirla. - En realidad no me he fijado en nadie...

Mintió. Tanto. "Eres un estúpido" se dijo a sí mismo en su cabeza. Pero ya estaba hecho.

-De dónde sacaste eso?- pregunta intentando disimular una risa -Viste a alguien haciéndome ojitos o qué?- le dice sonriendole e intentando calmarse. Puede que haya sido una plática algo difícil, y sobre todo CONFUSA para él, pero ya había pasado. No tenía porque estar ahogándose en eso toda la noche.

Hazel soltó una risa divertida ante lo primero que dijo Rhia. Sí, sabía que le gustaba a muchas de las niñas de la escuela, pero desde esa mala época en tercer año perdió el interés en andar de casanova. Aparte de eso, ahora se sentiría culpable si saliera con alguien sólo porque sí...
- Ya me conoces, soy el señor Intelectual- dice entre risas arqueando una ceja en una exagerada expresión altanera y presuntuosa.

Después de reir un poco, el chico sigue a Rhia con la mirada cuando esta se para y va al arroyo. Ahí, Hazel se perdió un poco viéndola. Las luces de colores enmarcaban su silueta contra la profundidad azul del bosque en la noche, y hacían que los bordes de su cabello se iluminaran y desprendieran brillos y reflejos del color de su magia. Lentamente, una sincera y embelesada sonrisa se formó en los labios del chico, la cual ella respondió casi por coincidencia al voltearlo a ver.
Hazel sólo asintió con la cabeza a sus palabras, sin que la sonrisa se borrara de su rostro, cerrando los ojos por un instante. Por un lado, se sentía algo triste de que no pudiera decirle toda, TODA la verdad, pero por el otro, sabía que probablemente era mejor así. Seguía un poco confundido. Era muy raro que Rhia le pidiera hablar de una forma tan... seria y formal. Las citas en el arroyo eran comunes (aunque se habían vuelto cada vez más escazas en el año), pero un "hay algo que quiero decirte desde hace mucho" definitivamente no era usual. A pesar de que al parecer ella había terminado la plática (aunque él sintiera que no había llegado a ningún lado de cierto modo), él seguía teniendo esa espina de incertidumbre sobre a lo que se pudo haber referido la peliplata. Ella sabía que él confiaba plenamente en ella, cierto? Entonces a qué había venido todo eso?
Un aire de nostalgia empezó a invadirlo al ver a los peces girar entre las manos de la restauradora, y no pudo evitar dejar ir un suspiro él también. De pronto se dio cuenta que había pasado tanto tiempo desde que habían ido ahí por primera vez... y habían pasado por tantas cosas. Y él había sido el que había marcado esa línea de separación.

Intentó detener el impulso, pero no logró hacerlo. Todo en ese momento hizo que se sinitiera como la única cosa que podía decir, así que simplemente salió de su boca como un respiro.

-Oye, Rhia.... te quiero. Y mucho. Lo sabes, verdad?- dice el chico sonriéndole dulcemente también. Sabía que ella no lo entendería de la misma forma que él, pero estaba bien. Ese cariño que le tenía desde niños no iba a cambiar, pasara lo que pasara.

Cuando sintió la cabeza de Rhia sobre su muslo, el chico instintivamente puso su mano sobre el pelo de su amiga y comenzó a jugar con las hebras de su cabello. Solían hacer eso cuando eran niños, hasta que ella se quedaba dormida. Luego la llevaba cargando de caballito hasta Little Monsters, ella balbuceando en la pesadez del sueño.
Ahora no sería así, por supuesto, pero ambos estaban tan inmersos en esa nostalgia que no pudo evitar añorar esos días por un instante.
Al escuchar a la peliplata sollozar, Hazel cariñosamente acaricia su pelo y agacha su cuerpo, dándole un suave beso sobre el cabello, para luego recargar su frente sobre la cabeza de Rhia. El chico se quedó perdido mirando el arroyo mientras ella hablaba. La vida de Rhia había sido difícil... pero siempre hacía que sintiera mucha felicidad el pensar que una niña que había pasado por tantas cosas ahora pudiera sonreir y ser tan amorosa y cálida como ella. Era su esperanza.

Sonrió cuando mencionó a su madre. Jamás la había conocido, pero sentía como si fuera su amiga, al igual que Rhia, desde que eran niños. Había escuchado tanto sobre ella que no podía evitar quererla también. Al fin y al cabo, le había hecho una promesa hace tiempo, no sólo a ella, también a Rhia. Sabía que algún día la vería cara a cara, y entonces todo estaría bien.
- Hahaha, lo prometo...- respondió. Quién sabe cómo fuera este año el campeonato, pero daría todo lo que tenía. -Le mostraste la mariposa que le mandé? Le gustó?- pregunta esperanzado sin quitar la cabeza de sobre la de su amiga. Le había enviado de regalo una pequeña mariposa de cerámica hecha a mano. Siempre que salían de vacaciones hacía lo mismo. Probablemente laa tuviera Rhia en ese momento, pero sabía que algún día no muy lejano podría verlas todas puestas juntas en alguna mesita de centro en la sala de una acojedora casa.

El capitán simplemente respondió el abrazo al principio. Le gustaban los abrazos. Más este tipo de abrazos. Pero conforme su amiga peliplata siguió hablando, empezó a sentir una necesidad enorme de hacer algo más. Lo que fuera.
Había sido una semana algo pesada, corta, sí, pero habían pasado muchas cosas que lo habían dejado algo sacudido. Al fin y al cabo, ese momento tan íntimo que estaba teniendo parecía una forma adecuada de terminarla.
Lentamente Hazel empezó a incorporarse, dejando el tronco que servía como asiento, pero sin soltar a Rhia. Una vez estuvieron ambos de pie, empezó a apretar un poco más el abrazo, rodeando más y más la espalda y cabeza de su amiga con los brazos, hasta que prácticamente cubría por completo desde sus hombros hacia arriba. Con cariño hundió la cabeza de la chica en su pecho.
-Lo sé...nunca lo he estado.- le aseguró con una voz dulce, pero segura. -Y sé que nunca lo estaré... pero por eso intento hacerme más fuerte cada día... para asegurarme de que ni tú ni Sebastyan tengan que estar solos otra vez. Que no tengan que sentir esa tristeza que... -hizo una pausa para pasar saliva -...que nos marcó a los tres...

Después de pasar unos segundos más de la misma forma, el capitán rompió el abrazo lentamente, y viendo a la chica a la cara, le sonrió con calidez. -Me encargaré de que esa sonrisa tuya nunca se borre de tu cara. Estés donde estés.- dijo finalmente casi susurrando. Había perdido la noción del tiempo. Ya no tenía idea de qué hora podría ser, pero estaba bien, la tarea podía esperar...

Una sonrisa ladeada de formó en los labios de Hazel, quien cerró los ojos suavemente al sentir los dedos de Rhia sobre su rostro. Esa calidez en su piel siempre había sido tan especial y característica de su amiga. Por alguna razón, sus manos nunca estaban frías.
Sin embargo, la sonrisa se esfumó al escucharla lamentarse sobre su ausencia en la batalla del Lunes. -Rhía...- dijo intentando detenerla, pero ella siguió hablando. Estaba bien, era mejor que dejara ir lo que tenía que dejar ir antes de interrumpirla. Él sabía que era de las únicas personas en las que ella confiaba plenamente, así que tenía que dejarla hablar, por su bien.
Cuando al parecer había terminado, el chico sólo le sonrió de nuevo, asintiendo una sola vez. -Ya sabes que lo haré, aunque, sabes? Esta vez... creo que debería ser al revés. Búscame tú, Rhiannon- dijo aseverando sólo un poco su gesto- Me gustaría ayudarte aunque sea un poco para que no tengas tanta carga. No me importaría quedarme sin jugar algún videojuego por unos días si eso significa que vas a estar más tranquila, eh?
El capitán volvió a jalar suavemente a su amiga para abrazarla de nuevo, esta vez acariciando su nuca con la mano derecha. -No tienes que tener tú sola todo el peso de Sal todo el tiempo, sabes? Ya de por sí haces tantas cosas por todo el mundo en esta escuela...- habló presionando un poco la cabeza de Rhía contra su pecho.- Además... tú y tus compañeros fueron los que ayudaron a componer todo lo que pasó después de la pelea, y estoy seguro que tú hiciste la mayoría de ese trabajo, así que no vuelvas a decir que no fuiste útil, sí?

El capitán hizo una pausa, separó un poco a Rhia de su cuerpo, y puso su mano izquierda sobre el hombro derecho de su amiga, mientras con su derecha quitó un poco del cabello que cubría la frente de la peliplata y lo hizo a un lado, poniendo algunas hebras detrás de su oreja. -Aparte de todo... te lo he dicho antes... con tus manos has curado tantas heridas durante tu vida. No sólo eso, con tu sonrisa también curaste mi espíritu cuando más roto estaba... -Una sonrisa confiada se formó en la cara del pelirrojo. Soltó el hombro de la chica, y con ambas manos tomó las de ella firmemente, levantándolas para que quedaran al nivel de su pecho.
-Tus manos no están hechas para pelear y destruir, están hechas para curar y restaurar, Rhia... déjame a mí el trabajo sucio, tú no mereces hacerlo...- hizo una pausa, su rostro empezó a cubrirse por un semblante algo preocupado, algo que definitivamente era inusual en él. -...este año no sólo será uno ocupado, puede que sea uno muy peligroso...- quería contarle más sobre el asunto... pero la verdad era que simplemente no podía hacerlo porque aún no sabía nada específico. Miro al suelo mientras proseguía -Sebastyan y yo hemos estado investigando qué demonios está pasando, por qué esos monstruos nos atacaron a matar... hay algo malo en el aire, Rhia... sé que no puedo decirte que no te involucres, de hecho... es probable que llegáramos a necesitar tu ayuda, no tengo cómo saberlo... pero tienes que olvidarte de esa idea de que fuiste inútil, probablemente tú y los de tu casa sean los más necesarios para el Instituto...

Lamentaba que la conversación se hubiera tornado tan sombría, pero también había querido hablar de eso con ella. Era algo importante, y a pesar de que estaba seguro de que ella de cierta forma ya estaba enterada, quería hacerle saber que él intentaría llegar al fondo de eso, y quería que supiera que estarían juntos aún en esa peligrosa situación rodeada de misterio.

-Entonces me volveré más fuerte.- fue la respuesta casi inmediata y firme del muchacho. -Y si luego viene algo o alguien más fuerte, lo haré aún más. Pero no voy a dejar que nadie muera, me escuchas? Te lo juro. A ti, Rhia. Nunca te fallaré.

"No de nuevo" pensó. Las palabras que salieron de su boca salieron con una confianza que era difícil de pasar de largo. Tal vez sonara estúpido, sí, muy probablemente ese era el caso, pero estaba determinado en llegar al fondo de esto, y si tenía que morirse para salvar al Instituto y a sus alumnos, entonces que así fuera. Su mirada estaba clavada en los ojos de su amiga, con una expresión segura, su ceño un poco fruncido, y sin embargo, una sonrisa se dejaba ver en su boca.
- No puedo dejar que este lugar cierre sus puertas... de no ser por el Instituto, muchos de nosotros no tendríamos a dónde ir... tengo que pelear por mi hogar, Rhia, y porque esta vida que todos esos niños pueden llevar todos los días no cambie. Nunca.
Hizo una pausa, alargando un suspiro. Uno de sus puños se cerró, bajando forzadamente a un costado de su pierna. -No me importa sacrificar esa vida tranquila que he tenido por darle esa oportunidad a ellos... todos los niños, a Gustav, a Naami... a Noah y a Aris... todos los chamacos de Little Monsters... ellos tienen derecho a vivir en paz, cierto?- dijo apretando con cada vez más fuerza su puño. Pero finalmente, lo relajó, y su sonrisa empezó a tornarse más dulce, al igual que su gesto.
-Además... siempre y cuando estemos juntos, no nos pasará nada. Te lo prometo.

El pelirrojo sólo sonrió nostálgicamente. Quería decirle a Rhia que no moriría, que estaba 100% seguro de ello, pero después de lo que había pasado, sobre todo de las amenazas de Kodran, sabía que no podía asegurarlo. Sólo podía asegurarle a ella (y a sí mismo) que no dejaría que nadie más muriera.

Hazel pone una mano sobre la cabeza de Rhia cariñosamente, como si fuera a despeinarla, y cuando la chica voltea hacia arriba, la recibe con una sonrisa. Con esa sonrisa.

-Entonces tengo una muy buena razón para no morirme.- dice en el tono más tranquilizante que pudo lograr. En realidad, no mentía. Sabía que Rhia y Sebastyan sufrirían mucho si el desapareciera, fuera por lo que fuese. A donde quiera que él terminara yendo en la cruzada que se avecinaba, tenía que regresar, por ellos.

El chico bajó un poco la mirada, dejando ir un suspiro. Sabía que en su condición actual no lograría nada más que morir. Sabía que no era suficiente.
- Entrenaré, Rhia, muy duro.- le dijo severamente. -Yo y los demás, no dejaremos que nadie entre al Instituto a hacer lo que se le pegue la gana.- luego llevó su mano al frente, cerca de su pecho, y cerró el puño con fuerza -Verás! Seremos tan fuertes que ni los Neo-Exorcistas podrán con nosotros!- dice con un tono gracioso, pero de cierta forma, ahí era a donde quería llegar. Al punto en el que realmente pudieran ser los guardianes definitivos de todos los niños del Instituto.

El joven capitán sólo asintió una vez, sonriendo tranquilo. Conocer a la madre de Rhia era algo que siempre había añorado, así que eso realmente lo había alegrado. - Lo haré, te lo prometo. De hecho... sobre eso...- el chico se llevó una mano a su nuca, rascando torpemente su cabello -No he pensado en, tú sabes, hacer todo esto yo solo. Es algo que está más allá de mí, así que... quería pedirte un favor. Sabes... ese hechizo que haces en el que llega un colibrí mensajero? Bueno... a mí nunca me sale bien, ahahaha :'D...- carraspea un poco algo apenado, llevando un puño a su boca como para cubrirla mientras desvía la mirada a un lado -Así que, pues, quería pedirte que me ayudaras a enviar algunos mensajes a Naami y Gustav. Te contaré algo, pero no puedes decirle a nadie, de acuerdo? A nadie.- esto último lo agrega con un gran énfasis, aunque no de forma severa, de hecho, la entonación que dio a sus palabras era casi infantil. Él sabía que podía contar con ella para lo que fuera. -Ya confirmé que los maestros no dejarán que nos involucremos en nada, pero no me quedaré con los brazos cruzados... tengo planeado entrenar a mi equipo de Mugby junto conmigo para que aprendamos a pelear como un equipo y podamos defender al Instituto si algo pasa, pero no quiero arriesgarme a que alguien escuche cuando los cite, así que para eso necesito tu magia.

La mano de Hazel vuelve a su nuca, y su mirada a la de Rhia. En su gesto su expresión seguía siendo una apenada, sabía que a Rhia no le parecería del todo bien, pero esperaba que comprendiera. -Tal vez sea algo cansado para todos... entrenar todas las noches después del día escolar será muy pesado, pero confío en que puedan soportarlo. No tenemos otra opción...