Seamos Amigos ❤ Noah

El murmullo de los otros alumnos de primer grado era un poco extraño para mí, aun no me acostumbraba a escuchar a tantas personas hablando de magia y ese tipo de cosas. Abracé el libro de matemáticas a mi pecho y observé con curiosidad a todos los otros. Mi rodilla derecha se encontraba con una gasa que protegía una costra del primer día. Sin duda había sido muy desagradable todo lo acontecido, pero ahora me encontraba un poco repuesto de tales sustos. Con mis dedos derechos enrollé mi coleta del mismo lado mientras miraba a los demás caminar al descanso intermedio. Mis ojos azules de fijaron en la figura delgada de un compañero que tenía desde el día lunes observando con curiosidad.

-Hey...- Hablé suavemente al tiempo que alentaba mis pasos para ponerme al mismo ritmo que él. No habíamos tenido oportunidad de charlar antes, pero esta parecía ser una buena oportunidad para socializar con uno de los niños que había hecho más cosas asombrosas durante la batalla de aquel día. -¿Te llamas Noah, verdad?- Preguntó intentando hacer conversación. Estaba comenzando a pensar que algo interesante podía sacar de relacionarse con él.

Alcé mi ceja derecha cuando se presentó, y me pregunté mentalmente con qué clase de genio me había encontrado, sin embargo al final solté un suspiro, tomando con la mano derecha el libro por el lomo y dando golpecitos al piso con mi talón del mismo lado. -Sí, soy Rowan Quirke, pero dime Rowan. El nombre completo deja de usarse cuando sales del jardín de niños.- Se encogió de hombros antes de mirar cómo señalaba su herida, y soltó una risa divertida. A decir verdad, era un poco vergonzoso aquello, pero a veces se podía exagerar un poquito las cosas para que estas fuesen más entretenidas.

-¿Esto? Es por un golpe que recibí el primer día. No me gusta la enfermera, así que he dejado que sane solo.- Comentó encogiéndose de hombros. No iba a confesar que tenía terror a los enfermeros porque en el mundo darka tenían que usar inyecciones horribles para sanar las heridas de ese tipo. -[color:4102=#v]Te puedo enseñar cómo quedó. Pero si jugamos un juego.- Ofreció mirándolo de reojo. Le encantaban los juegos, todo tipo de ellos, en especial si se ganaba algo con hacerlos.

No era necesario que Noah comentara lo de la enfermería; todos en el salón lo sabíamos. Que a algunos no les importara era otra cosa muy diferente. Lo miré de reojo, de arriaba abajo. No podía evitar preguntarme si era tan fuerte como me había parecido aquel día. -Ten.- Solté en un gritito tras sacar un dulce sabor manzana del bolsill, arrojándoselo al peliplata con la intención de que este lo atrapara. -Veamos, si pierdes...- Saqué otro dulce, sabor cereza. Tras quitarle el envoltorio lo introduje en mi boca, saboreándolo y escuhando el choque de este contra mis dientes al pasearlo con la lengua.

-Entonces harás mis deberes de hoy de mate.- Me encogí de hombros, moviendo con la mano el libro de dicha materia. No era malo en ella, al contrario, la lógica y estadísticas eran lo mío, pero de momento era una buen precio. Tal vez más adelante pudiese hacer un mejor trato con mi nuevo compañerito. También había rumores de que era jugador importante en el mugby. Yo no tenía ni idea de qué era eso, por lo que tomaría la clase para aprender un poco de tal curioso deporte.

Así que tenía a un nuevo amigo que no solo era un héroe, si no alguien divertido. Sonreí, mostrando mis dientes blancos y los colmillos un poco más puntiagudos que los humanos normales. -Dime Row si quieres, no me molesta.- Confesé antes de mirar a los demás compañeros. Me gustaba llamar la atención, así que quizá podríamos hacer entretenido el juego. -Vayamos a la cafetería y ahí te digo.- Sugirió antes de comenzar a jugar con el libro en sus manos.

-Tengo hambre y supongo que tú igual.- Me encogí de hombros antes de girar mi cuerpo en un movimiento rápido para mirar a Noah y soltar una risilla divertida. -¿Qué clase nos va tras el descanso?- Preguntó con curiosidad, aun me aprendía el horario por completo, el inglés había sido difícil de aprender también, pero dos años de clases rendían su fruto.

Soderkvist, Soderkvist... Me lo pensé un poco y abrí los ojos asintiendo repetidas veces, el profesor Kodran de historia; claro. Era tan extraño ese hombre, pero de alguna u otra forma no veía nada que me hiciera temer o algo por el estilo. Incliné mi rostro un poco para poder escuchar lo que el más bajito tenía para decirme, riendo por sus palabras. A veces los compañeritos sonaban tan infantiles.(?) -Yo tengo todos mis deberes en orden, igual y puedo ayudarte...- Comenté, pero curiosamente mientras hablaba el otro comenzó a apresurar el paso, por lo que yo fui bajando la voz a cada palabra, suponiendo que no había esuchado nada de lo dicho.

Cuando llegamos alcé una ceja. Normalmente los niños con los que jugaba eran curiosos, pero Noah Fenian parecía ser mi nuevo compañero de juegos favorito. Reí infantilmente antes de ubicar con la mirada un asiento y luego girar mi cuerpo y comenzar a caminar de espaldas hasta el lugar. -¿Quieres saber qué jugaremos? Bien, te contaré.- Dije volviendo a girar justo a tiempo para no chocar contra el asiento y acomodarme sobre él, colocando en la mesa el libro de matemáticas. No tuve que esperar mucho a que Noah se acomodara sentado cuando elevé las manos para que mi mana comenzara a materializar un juego de cinco dados color rojo con los puntos.

-Gana quien consiga lanzar veintiuno primero.- Sonrió juguetonamente. Tenía mucha suerte desde siempre, por lo que no temía ganar. Observó a lo lejos un par de estudiantes mirando con curiosidad, aunque cada quien estaba suficientemente metido en sus asuntos como para prestarles demasiada atención.

Me causó mucha gracia el entusiasmo de mi compañero, por lo que no pude evitar reírme, mostrando mi misma alegría. Sin duda me divertía mucho jugar con personas que valoraran los juegos tanto como yo. Observé con mucha curiosidad el movimiento de sus dedos para revolver los dados y posteriormente mis ojos se fijaron rápidamente en cada resultado, extendiendo el brazo inconscientemente al pensar que uno de ellos caería, pero regresándolo a su sitio al ver que aquello no sucedía.

-Buen tiro.- Comenté con un tono que seguramente parecía más bien sarcástico e inclusive un poco molesto, pero era mi forma de expresarme, así que restándole importanciame estiré para tomar todos los dados y los coloqué entre mis manos. Estos se revolvieron suavemente y los lancé casi hasta donde él estaba. Reí bajo por el resultado, la verdad era que no pretendía ganar al primer intento, mi suerte no era tan buena, pero tenía habilidad para ello.

-4, 6, 2, 1, 4.- Comenté mirándolo a los ojos antes de cruzarme de brazos sonriendo de lado. -Espero hagas veintiuno en la siguiente, porque al menos yo, lo haré.- Solté burlonamente, riendo un poco y mostrando mis pequeños y poco notorios colmillos.

Su reacción me pareció muy divertida. Era de esos que se confiaban demasiado rápido, por lo que iba a ser muy divertido jugar con él. Yo también lo hacía en ocasiones, pero intentaba no ceder demasiado por una primera buena jugada. -¿Dblar?- ¡Ahora sí estábamos hablando el mismo idioma! Ese chico me caía bien, aunque tenía mi fé puesta en ganar como en todos los juegos que había hecho con otros estudiantes hasta ese momento. No había perdido más de un par que realmente no significaron nada considerable.

-Londres.- Eso era interesante. No conocía aun tal ciudad y sonaba muy tentador hacerlo. No me pregunté demasiado, cuando él me dio pie, inmediatamente me ofrecí al desafío. -Te invito el almuerzo dos semanas.- Me parecía un trato justo. No estaba seguro de cuánto costara el viaje a Londres, pero debía ser equivalente a eso. Sonreí de lado antes de ver cómo soplaba los dados en un intento de tener mejor suerte. Acomodé un codo sobre la mesa y recargué la mejilla sobre la palma de mi mano, observando los dados caer.

Ni siquiera tuve que esforzarme en buscar los dados con la vista, cuando él ya había sentenciado su derrota. Solté una risa divertida antes de ponerme de pie y tomar los dados. -Entonces, ¿quienes vamos a ir a Londres?- Pregunté dando por echa mi victoria, agitando los dados en el interior de mis manos acopladas una con la otra. Los acerqué a mis labio tal como hizo él, soplando. Reí por la idea, pero realmente no creía esas cosas necesarias. Era pura suerte, pensé, y yo la tenía. Al arrojar los dados pude ver cómo iban cayendo y un centelleo acosó mis ojos por un ínfimo milisegundo.

-4,5,4,2,6.- Dije antes de girar mi rostro hacia Noah. -¡Veintiuno!- Celebré dando un saltito y luego un golpecito a la mesa, con una risa infantil. -¡Te dije!- Solté, aun sin poder creerlo yo mismo. ¡Eso era buena suerte!

-Claro que no hice trampa.- Me defendí rápido, sin querer decir algo como “aun no me enseñan” o cualquier otra cosa que levantara sospechas. Sabía que podría aprender trucos para hacerlo en algún momento, pero en ese instante no conocía ninguno, así que no había trampas. Sonreí de lado cuando comenzó a hablar del viaje, aunque me quedé algo desorientado con el principio. Parpadeé por las palabras ajenas, al nombrar a esas personas. -¿Rhia quién es? No me suena...- Comenté imaginándome que era esa niña rara que se sentaba hasta atrás en el salón. Los otros nombres los recordaba, cada quién había hecho algo digno de no olvidar. Aunque también recordaba al niño que se había vomitado en la clase de zoología planar una vez, pero bueno.

-¿Tenemos que llevar el uniforme?- Uhm, la verdad no creía, pues si hubiese sido como un viaje escolar lo habrían notificado en clases o algo, pero no recordaba nada sobre eso. ¿Iría algún profesor encargado? La verdad es que comenzaba a darme mala espina, pero sinceramente eso sonaba divertido. -¿Invitarás al chico que tiene una venda?- Preguntó haciendo un gesto de altura con mi brazo, recordaba a aquel niño porque era enorme, así ENORME en comparación de la mayoría del salón.

Me pareció muy extraño eso de que Rhia era como su mamá, aunque conforme fueron avanzando las cosas entendí un poco. Sonreí asintiendo. Yo sabía, por ejemplo, que mis verdaderos padres eran demonios, y que esas dos personas con las que había crecido me tomaron en adopción siendo un bebé, aunque ellos nunca me lo hubiesen dicho, y no me molestaba en lo más mínimo; los amaba mucho. Escuché acerca del muchacho de las vendas y negué con la cabeza, realmente no era amigo mío, pero me daba curiosidad. Mi amiga era una niña morena, aunque no teníamos muchas cosas en común y su voz tenía un acento raro.

-No, no. Sólo me anoto yo.- Me encogí de hombros antes de ponerme las manos en la nuca para comenzar a caminar hacia la zona donde se cogían los alimentos. -Muero de hambre, ¿vas?- Pregunté dejando el libro de matemáticas en la mesa como para apartarla. -Oye, ¿y tu mamá sabe que quieres a esa tal Rhia como a una?- Pregunté con curiosidad, mirándolo de reojo. No estaba seguro pero a mi mamá se le haría raro aquello.

Su respuesta me tomó completamente por sorpresa, aunque yo había pasado por algo similar, nunca había conocido a alguien que no tuviese mamá. Me pregunté si tendría papá, pero no quise decirle nada ya. -Oh, gracias.- Agradecí que me dejara pasar primero y me puse a pensar en qué tomaría. -¿Rhia es maestra?- Pregunté sin estar seguro si me había dicho eso, tal vez era cuidadora en el rancho ese del que muchos hablaban. Pensé que seguramente si yo no hubiese sido adoptado hubiera terminado en ese lugar. -No sé qué tomar...-

Miré todo lo que había y opté por un vaso de jugo y un plato con un guisado sencillo y papas fritas. Se miraba bien, aunque no era como la comida que mi madre preparaba en Irlanda. Ella misma me había dicho que las cosas iban a ser muy diferentes, pero no había creído que tanto. -¿Cómo se llama tu hermano?- Pregunté curioso dándole paso para dejarlo a él elegir su comida.

Ya, así que era estudiante de sexto curso la chica esa. Asentí a sus palabras, tomé mis cosas y me dirigí con él hasta la mesa. Me acomodé sentado y observé el gesto con el que me indicaba la estatura de su hermano menor. Sentí un poco de envidia, yo no tenía hermanos; ni mayores ni menores. Pero tampoco me podía quejar, mi madre representaba una compañía agradable en casa. -Ya, entonces se llama Aris.- Comenté mientras acomodaba la pajilla en el jugo que había pedido para darle un sorbo mientras miraba las curiosas salchichas que había pedido el otro. Mi madre hacía ese tipo de cosas en casa.

-Yo no tengo hermanos.- Hice saber, antes de comerme una papa frita. -Mi mamá no puede tener hijos, así que seré el único.- A menos que adoptaran, pero no creí que eso fuera posible de nuevo. Lo miré curiosamente antes de comer un poco de guisado con la cuchara. Era carne pero extraña, aunque no sabía mal. -¿Entonces conoces a Rhia hace mucho tiempo?- Pregunté interesado, debía ser así para que la quisiera como a su madre. Ahora tenía curiosidad de conocerla.

Reí un poco al ver acercándome su plato, pero realmente ese tipo de cosas estaba acostumbrado a comerlo entre comidas o así. Negué con la cabeza antes de comer un poco de mi guisado, mirándolo y escuchando atentamente sus palabras. ¿Así que era alemán? Interesante, su inglés me había parecido bastante bueno para ser de otro país. A mí por ejemplo me había tomado tiempo aprenderlo y me habían dicho que tenía mucho acento irlandés, pero poco me importaba. -Vengo de Irlanda.- dije con orgullo, elevando un poco el mentón y riendo por eso, para luego escuchar hablar sobre esa chica que mencionaba. Ahora entendía todo, había escuchado de Little Monsters, era un rancho donde iban los niños sin padres.

-Ya, entiendo. ¿Entonces ella se parece a ti?- Pregunté muy curioso, eso lo hacía todo más gracioso. Me pregunté si encontraría yo alguien que se pareciese a mí. Pero de momento creía ser el único niño con pecas en el salón; por ejemplo. -¿No es el último año de Rhia, entonces?- Pregunté recordando que dijo un poco antes que era de sexto curso. Bebí de mi jugo mientras lo miraba, tenía unos ojos muy bonitos, me hizo pensar en mi mamá. -¿Ella es de Alemania también?- Seguí con el interrogatorio atacando de nuevo mis papas fritas. El guisado era rico, pero tenía una adicción con las papas.