No podía creer que ya estaba tan cerca del fin de semana. Los ojos del frances estaban algo arenosos y cansados después de todo el tiempo invertido en ayudar a Hazel con sus tareas. Había hecho más de la mitad de lo que le habían encargado y entregado sin que se diera cuenta. No era la primera - ni la última vez- que lo hacía. Todo se volvía peor con la llegada de la temporada de Mugby, pero pues, era una de las cosas que tenía que hacer por el bien de todos.
Lentamente fué doblando su corbata/bufanda mientras llegaba a la habitación. Cerrandola con llave y dejando los zapatos en la entrada. Su dormitorio había sido participe de su secreto desde el primer dia en Furukawa y hoy no era la excepción. Sebastyan toma una pequeña liga de su bolsillo y se amarra el cabello para dejar ver sus prominentes orejas de elfo. Poco a poco la apriencia de este va cambiando poco. La unica diferencia notoria tal vez serian sus hermosos ojos color que ahora eran zafiro. Era cansado para él tener que modificar sus oidos y ojos todo el tiempo y explicado a los maestros más perspicaces para no terminar en la pared de cacería de Korhonen.
Lentamente fué quitandose la camisa del Instituto y colgandola en su ropero impecable. Realmente no había tenido un dia agitado por lo que podría utilizarla al dia siguiente. Los elfos carecen de humor corporal extremo, haciendolos muy pulcros y delicados. Cosa que en verdad hacía maravillas con el presupuesto de la lavandería.
Tomó de su closet una camisa verde con cuello de tortuga que utilizaba mientras no estaba en clases. Al igual que unos pantalones khaki que lo mantenian fresco y comodo. En cuestión de un momento su uniforme ya estaba distribuido y listo para otra jornada a la mañana siguiente. Por el momento solo quería distraerse y no saber nada de estudios ni complots malignos dentro de la escuela. Quería algo de paz mientras Hazel no estuviera. Suspiró y vió la cama de su compañero. Estaba algo desajustada como siempre y sin pensarlo, ya estaba tendiendola. Pensó por un momento que debería cobrarle, pero era ya tanta la costumbre que ni siquiera él mismo se daba cuenta del cambio. A veces se preguntaba si Hazel creia que las camas se tendían solas o algo así...
Al terminar, decidió recostarse un poco. El techo de lado de su cama era incomodo. Una especie de color blanco, algo amarillento debido a una gotera - que él mismo arrelgó- y algo de telarañas. Si no hubiera perdido su plumero en un arranque de ira tal vez se hubíera molestado en removerla y probablemente darle un nuevo hogar a la arañita. Pero no era posible, al menos, ese dia Hazel se portó mejor y eso lo atesoraba. Soltó otro supiro y se levantó.
Abrío la ventana y observo aquella tarde. Era una buena tarde para salir a tomar algunas hierbas y hacer algo de té. Probablemente un buen libro o ir a ver a Schwan eran las mejores ideas, pero todo eso fué nublado con una pregunta que se hizo a él mismo.
- ¿Donde andará Hazel?
Se rió por un momento al darse cuenta que por un momento, se había transformado en esposa y negó con la cabeza. A veces su mente era la mejor compañera y tambien la más cinica de sus amigas, pero la respetaba. Decidió dejar las preguntas de señora a lado y caminó a la cocina. Fué entonces cuando un pequeño animalito llamado remordimiento le invadió y volvió esa sonrisa de autoapuñalamiento.
- No tengo remedio - dijo una vez mas, negando con la cabeza y avanzando a la cocina sacando algunas cosas de una pequeña alacena que él mismo había pedido y construido. No todos los dormitorios poseian una pero la cocina era una de sus necesidades. Probablemente moriría si tuviera que sobrevivir con la cocina del Instituto. No es que fuera mala, pero el toque personal es lo importante. MUY IMPORTANTE.
Tomó algo de avena de trigo, un poco de azucar, mantequilla que puso a derretir y algo de arandanos. El profesor Montau le había permitido cosechar algunas frutas en un area cercana al Instituto, fuera del peligro, con la condición de que le ayudara con algunas tareas. Sebastyan pasaba algunas horas en fin de semana cuidando plantas una vez al mes desde primer año. Una de las mil tareas del elfo.
Batió, mezcló y midió con bastante certeza todos los ingredientes que comenzaron a invadir todo el dormitorio con su fragancia mientras que en la radio sonaba una romantica canción de Whitney Houston. La cual el hombre tarareaba mientras terminaba los ultimos detalles de la masa. Tomó un pequeño recipiente con formas especificas las cuales rellenó con precisión. Todo estaba listo.
- No te los mereces, Imbécil - dice al aire, como si le entendiera - Pero me gusta la cara que haces cuando los comes. Si tuvieras cola, se movería tanto que tirarías todo a tu alrededor.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Sebastyan pensando en su compañero con orejas de perro y cola. Volvió en si cuando la sangre llegaba a sus mejillas y se dispuso a seguir su tarde relajante.
Pasaron algunas horas y los muffins ya estaban listos y adornados. Muffins de Arandano con una delgada capa de azucar glass, con una pequeña envoltura color roja para los de él y purpura para los suyos. Hazel había entendido bien la importancia de esos colores y no tocar los que no eran suyos. El respeto ante todo...
Las horas pasaron y "Viviendo con una Gorgona" había sido una buena lectura corta. 2000 páginas de aventuras entre un esposo darkha y una mujer gorgona que a final de cuentas, lo unico que quería era depositar sus huevecillos en el vientre putrido de su hombre. Aun cuando no fuera fan de tanto romanticismo, le había quitado bastante cansancio y dolor en sus hombros. Una alarma en su celular sonó para avisarle que la noche ya estaba presente y probablemente Hazel volvería pronto.
Aprovechó para tomar una ducha tibia y un baño de burbujas y sales relajantes. Las había conseguido por internet utilizando algunos ahorros y una espuma de baño que Hazel le había regalado - con ayuda de Schwan, lo más seguro - en su cumpleaños. Listo para dormir tomó su estúpido gorro gigante que le servía para proteger sus orejas de imprevistos y cenó uno de los muffins con un poco de chocolate caliente. Los granos de café habían sido molidos en españa, sin embargo, sus deliciosos granos provenian de una humilde región de sudamerica. No había nada mas delicioso que un cafe sudamericano con un muffin que tuviera bayas silvestres. El sabor citrico de los granos de cafe estimulaban el area lateral de sus papilas gustativas enfatizando el sabor del pan. Una cosa que solo un conocedor pudiera disfrutar.
Terminó su cena y se acostó en su cama. Vió una vez mas su celular y no había conseguido ver el rostro del caballo maquillado del perfil de Hazel. Soltó un suspiro. Volvió a observar el techo que tanto le desagradaba y comenzó a quedarse dormido. Un muffin y un vaso de leche habían quedado listos en la mesita de cama del australiano...
... al menos no se quedaría con hambre... pensó antes de dejarse llevar por los recuerdos de un niño que le tomaba la mano y le sonreia...
... recuerdos tan viejos, tan tristes...