No quería preocuparte (privado- Rhia)

Sus pasos, como siempre, eran suaves y delicados como los de una bailarina. No se hacían notar mientras avanzaba por los corredores del instituto, y, de no ser porque llevaba en éste ya más de cinco años, posiblemente pasaría desapercibida para muchos. Pero no era así, pues conforme avanzaba algunos estudiantes la detenían para consultar algo. Ella sonreía dulcemente como todos esperaban que hiciera. Les atendía en sus dudas y los orientaba, comentando que llevaba de cualquier forma algo de prisa. Por eso se había tomado la molestia de ir al encuentro media hora antes de lo acordado, y justo llegaba a tiempo al techo del edificio de Artes. En esa área sintió por fin que podía respirar de nuevo. Sus facciones se relajaron y la sonrisa se disipó. Se acercó a la puerta que la dirigiría a la zona de la cita y tocó la perilla con algo de nervios.

Apretó con sus delgados y blancos dedos la misma para disponerse a girarla, justo cuando a su mente llegaron cientos de recuerdos amontonados. Los gritos de todos los estudiantes. La voz de Aubrey cuando llegó al bosque para decirle que Little Monsters había sido atacado y quiénes habían sido el escuadrón de rescate. Dio un paso atrás soltando el objeto que le permitiría entrar y reunirse con Hazel y dio media vuelta para comenzar a correr escaleras abajo, hasta el cuarto piso, deteniéndose en la esquina del mismo para recargarse en la pared y llevarse ambas manos al rostro. No había ni una gota de maquillaje en él, era tan blanco como siempre. No había labial ni el rubor que se había colocado aquel lunes con la esperanza de ser atractiva.

Las palabras escritas en la carta de Sebastyan resonaron en su cabeza y pasó saliva antes de escuchar pasos abajo. Tenía que ir...no podía fallarle a Hazel. Sabía perfectamente que la necesitaba, pero no había tenido el valor de buscarlo desde que despertó. Por alguna razón, cuando notó que el pelirrojo comenzaba a reaccionar, salió corriendo de la enfermería. Después de pasar días y días ahí sentada a su lado, tomándole la mano y aminorando con mano darkha sus padecimientos. Apenas comiendo para estar las veinticuatro horas del día cuidándolo. Aun así, cuando supo que él iba a despertar huyó. Y eso que aun no sabía la verdad tras aquel beso y posterior rechazo. Y eso que aun no sabía nada de nada...

Se pasó una mano por todo el rostro y se acomodó el cabello hacia atrás, el cual volvió a su posición bien peinada sin mucho esfuerzo, al ser tan lacio. Decidió que no podía posponerlo más, que tenía que saber qué pensaba Hazel y que podía hacer ella para ayudar. ¡Era su familia! No podía darle la espalda. Bajó la mirada y la fijó en sus zapatos negros. Recordó su celebración estúpida de un triunfo que jamás obtuvo aquella mañana de lunes. Apretó los párpados y los puños y comenzó a caminar de regreso hacia arriba. Se detuvo frente a la puerta y soltó un largo suspiro.

Bajó de nuevo la mirada, no quería estar ahí. Su mano se movió por sí sola hacia la perilla y la giró finalmente. Caminó al interior del lugar a paso lento, tal vez tortuosamente lento. -Perdona la demora... Soltó con voz trémula y dolida. Quería fingir que todo estaba bien. Quería sonreírle a él como a todos los otros estudiantes de Furukawa, pero sentía que no podía ni hablar sin quebrarse un poco. Elevó la mirada tras cerrar la puerta y observó la figura oscura a lo lejos. Ese no era su Hazel. De nuevo quiso salir corriendo pero sus piernas largas siguieron caminando hacia él, deteniéndose a su espalda apenas dos metros. Ahí se paró. Juntó las manos sólo para jugar con sus propios dedos observando la espalda del más alto. ¿Y ahora? Separó sus labios queriendo preguntar cómo se encontraba, pero le faltó el valor. No tenía más...

Al escuchar a Hazel soltó una risa algo irónica, aunque no al grado que pareciese una burla. Pero viniendo de ella, esa chica que siempre tenía risas dulces y melodiosas, sí, era un cambio aterrador. -Con todo lo que sucedió en Little Monsters hubiese sido egoista preocuparme por mi dieta.- Comentó antes de suspirar para comenzar a caminar hacia él, sin mirarlo. Se dedicó a observar el cielo através del cristal y pensó de nuevo, como muchas noches antes de ese instante, que de la nada Hazel se había convertido en una estrella. Lejana, aunque pudiese mirarla, intocable, aunque pareciesen estar cerca. -Pero ésta semana la he llevado como debe ser. Me han quitado muchos deberes, ¿sabes? No me permitieron usar ni un poco de mana para ayudar a curar a los heridos.- Mantuvo la vista en una estrella grande y brillante, como si le hablase a ella.

Y sin darse cuenta sus ojos se volvieron cristalinos. -¿Cómo está Schwanhild Khöler?- Preguntó vagamente, bajando la mirada para intentar controlar sus emociones. Se cruzó de brazos y finalmente comenzó a caminar hacia él, deteniéndose a unos cuantos pasos del menor, observándole por fin, pero a distancia. No se acercaría más que eso, posiblemente no se acercaría jamás más que eso otra vez. -Me tuvo preocupada desde su reacción...aquel día.- Elevó la mirada de nuevo, recordando los gritos en el área médica. Habían estado en otra sala, y aun así los había escuchado. Ella y Hazel habían reaccionada peor que nadie ante la noticia.

Quería preguntar "¿y cómo estás tú?", pero sabía que no obtendría ningún resultado. Sabía cómo estaba él, lo sabía perfectamente y por mil razones no quería acercarse. Era como si supusiera que al ponerle una mano en el hombro él se convertiría en cenizas. Por lo mismo tenía que hacer algo. Él era más importante de lo que se imaginaba para la rubia. Se acomodó los botones de la blusa negra que llevaba y luego la bufanda, algo nerviosa.

-¿Aileen? Vaya, es una sorpresa recibir una llamada tuya a ésta hora. ¿Quieres que te vaya a buscar para llevarte a París conmigo ésta noche?-
-Dalerick, quiero que hagamos un pacto.-
-...¿Qué?-

Volvió a mirar a Hazel. Se miraba tan distinto de hacía unas semanas atrás. ¿Cómo les había jugado una pasada tan desagradable el destino? No...no podían permitir que las desgracias llegaran y se quedaran. Tenían que buscar la manera de contrarrestar todo eso. De luchar contra ello...

Perdona lo de ese día, Rhi... Quiso desvanecerse. Quiso desaparecer o al menos salir corriendo de ahí y al llegar a su habitación sólo llorar y llorar hasta quedarse dormida. Pero lo único que pudo hacer fue inspirar hondo y elevar la mirada que poco a poco se nublaba por las lágrimas que solas comenzaban a querer humedecerle las pálidas mejillas. -No es sólo la invasión lo que te agobia, Hazel, no tienes que ocultarlo. Aunque tampoco creo que sea necesario que lo digas...- Le dio la espalda para observar las paredes del lugar, volviendo a ver luego el cielo a través de los cristales. -No te busqué porque no tenía el valor de decir nada...- Rodeó su propio estómago con un brazo sin girarse y con la mano contraria se limpió las lágrimas. -No sé de hecho si lo tengo ya.-

Pasó saliva y sintió que le temblaban las rodillas. Quería terminar con eso lo más rápido que pudiese. -Porque...- Su voz comenzó a sonar herida por el llanto. -Porque sé cómo eran las cosas esa noche. Ahora lo sé. Y no te reclamaré nada porque ahora hay cosas mucho más importantes que algo así.- Aseguró sintiendo que había hablado muy rápido, tal vez para ocultar sus verdaderos sentimientos. -Y ésta vez no te pediré que no me dejes de lado. Ésta vez no te rogaré que no me abandones, porque...todo ha cambiado.- Volvió a limpiarse el rostro, casi con desesperación, sintiendo que le temblaban las manos.

-Quiero hacer un pacto, a éso me refiero. Te diré lo que quiero y lo que estoy dispuesta a dar.-
-No haré un pacto contigo si no es el que yo te propuse hace...-
-Dalerick, escúchame, ya no estamos para tonterías. Ésto es muy importante para mí. Estoy dispuesta a todo con tal de que me des lo que te pediré.-
-Muy bien, te escucho...-

-Ahora lo importante es proteger a Noah. Creo que ya sabes perfectamente que es él quien más riesgo corre en éstos momentos. Pero aún así...- Tras secarse por completo las lágrimas se giró un poco, sólo para poder verlo. La tenue luz de la luna iluminaba el cabello de Hazel y le daba un aspecto brillante que la hizo sentir un hueco en el estómago. O quizá en el pecho. -Quiero que me jures que no harás ninguna estupidez.- Buscó sus ojos, a pesar de que un par de metros los distanciaban, buscó su mirada con intensidad. -Que cuidarás tu vida en caso de que tengas que pelear de nuevo...- Entrecerró los ojos. Le escocían y no fue consciente de que una lágrima resbaló por su mejilla, pero su mirada era severa.