Tema: El final está cerca | Autoconclusivo Vie Jun 15, 2012 3:20 am
El sonido insistente de una suave melodía en violín hizo que la joven hechicera se removiera entre las sábanas. La noche le había parecido mucho más corta de lo normal, aunque quizá hubo sido por que se sentía demasiado cansada por el viaje desde Liverpool. Se acomodó sentada en la cama y talló su ojo derecho, sintiendo pesados los párpados y el cuerpo como si cargase cadenas. Pero no era así, se encontraba tan liviana como siempre. Un bostezo largo y un estirar de brazos hicieron que finalmente se colocara de pie, pasándose los dedos de la mano derecha entre sus alborotadas hebras rubias. Recordó con eso, su apariencia tan humana y tomó una botella de agua que yacía en su mesa de noche, bebiendo un trago largo, mirando de reojo la cama contigua. Su compañera de dormitorio había terminado su estancia en Furukawa antes de las vacaciones, seguro le asignarían a una niña de primero en esa ocasión.
Bajó su orbes color miel y observó sus pies descalzos, moviendo los dedos de los mismos en un gesto algo infantil, antes de regresar el agua a su sitio y caminar hacia su ropero. Lo abrió por completo, observando ahí mismo su impecable y aun guardado en una bolsa plástica transparente, uniforme de sexto curso. Sonrió de lado y acercó la mano, acariciando con dos dedos la bufanda blanca sobre el plástico protector, inclinando el rostro a la derecha antes de soltar un suspiro largo. -Diez meses, mamá, y no te dejaré sola nunca más.- Murmuró en voz baja antes de suspirar y caminar hacia el baño de su pieza compartida. Se sentía aun adormilada, pero era el primer día de clases y ella simplemente necesitaba ir con todos los ánimos del mundo, por lo que sin dudarlo se metió bajo la ducha, sintiendo el agua tibia haciendo lo suyo.
Frotó su rostro con las manos insistentemente y soltó un bufido, sintiendo cómo poco a poco despertaba por completo. Se mantuvo un momento así, sin moverse, hasta que optó por detener el agua y recargar la frente en la pared. Un suspiro sonoro y largo alivió un poco su pesar. Era su último año en Furukawa. Diez meses y todo terminaba. Se iría a Liverpool y estaría con su madre. Trabajaría en algo decente y podría ahorrar para sacarla de ese horrible lugar. Pero iba a alejarse de tantas personas que amaba. Se llevó una mano al pecho y la hizo puño ahí mismo. Recordó sus primeros años como estudiante del instituto. Al apretar los párpados la voz infantil de aquel entonces llegó a ella, tan claramente que algo se rasgó en su interior. Pero no podía recordar bien las palabras. Tal vez las había bloqueado inconscientemente para que no doliera tanto la realidad.
-Hopeful Splash no cura éstas heridas.- Se dijo a sí misma en voz baja, antes de volver a abrir los ojos y tras unos segundos, dejar correr el agua para terminar su ducha, intentando no pensar en todo aquello. Ya no era la pequeña e inocente Rhia que creía que usar un hechizo de mana blanca sobre su pecho podía sanar un corazón roto. Ahora era Rhiannon, una excelente estudiante que comenzaría en unas horas el último grado escolar. Voluntaria como tutora y auxiliar en Little Monster. Era todo lo que el mundo pudiese esperar, era buena amiga y noble persona. ¿No?
Salió del agua para colocarse una toalla en el cuerpo y pararse frente al baño. Aquellos ojos mieles la miraban con desprecio en ese espejo. Miraban con desdén su cabello humano. Bajó la vista hacia sus dedos, delgados y con las uñas mordisqueadas. No había tenido tiempo de arreglarlas entre todos sus trabajos de medio tiempo vacacionales. Volvió la vista hacia su cabello y realizó con habilidad el ya acostumbrado hechizo que la volvía Rhiannon, la hechicera. En Liverpool nadie había mirado esas hebras plateadas ni ese violáceo mirar. Ese no era de ellos, los humanos. Solo de Furukawa. Se sacudió el cabello, un poco más largo para su gusto, con la mano derecha. Caminó descalza hacia su armario y tomó sus prendas para luego dejarlas sobre la cama y comenzar a secar bien su cuerpo. Era hora de comenzar el año. Se secó el cabello y tras eso comenzó con el uniforme.
Era justo de su medida, como siempre que le entregaban uno nuevo. Sentía que el negro y blanco le daba mucha elegancia, y se sintió femenina. Se colocó los zapatos y las muñequeras antes de correr al baño para acomodarse la bufanda. Su cabello aun estaba húmedo, pero se notaba que había crecido en esos meses. Llegaba casi al hombro, pero ya lo cortaría más adelante. Sonrió al espejo y supo que ya era ella misma. Con cuidado puso la bufanda en su sitio y soltó una risa de nervios. ¡Sexto curso! Finalmente. Le había tomado tanto tiempo, pero ya casi terminaba. Entrecerró los ojos con nostalgia, pensando que bien podría haber recorrido ese camino acompañada, pero por causas del destino, no había sido así. Al final, simplemente dejó en el dormitorio un tercer suspiro, cargado de emociones, decidiendo ir a verificar los horarios de su fraternidad y los nombres de los chicos de nuevo ingreso para estar al pendiente de los mismos. Después de todo, ellos eran su familia.