Clase de Mana de Soporte para alumnos de Sal (Septiembre)

-¡Buenos díiiiiiiiiias!- Saludé enérgicamente tras dar un salto con el que abracé a Celes por atrás con cuidado de no lastimarla, aunque como no nos llevábamos muchos centímetros de diferencia podía enredar mis brazos en su cuello sin hacerle daño. Con una amplia sonrisa le planté un beso sonoro en la mejilla y saludé luego a la profesora Clementine con un movimiento de la mano, haciéndole el gesto de "V" con dos dedos a Nick para correr hacia Noah lo más rápido que pude para estrujarlo fuertecito, revolverle luego el cabello al pequeño Kalle y acercarme a Anq para saludarlo con un beso en la mejilla. -Hola vampiritio.- Saludé soltando una risita suave para caminar hacia la ángel para tomarle la mano y sentarnos juntas, yo al lado de Anq y ella al mío. Me incliné hacia ella para murmurarle.

-No tienes idea de la mañana que he tenido.- Le comenté bajo, aunque estaba segura de que ella ya se daba idea. Principalmente porque acababa de notar yo misma que tenía unos restos de escombros de esos que terminan después de que los mismos estudiantes destrozan las hojas secas o el pasto del jardín en mis calcetas blancas. Agaché mi mano derecha y las sacudí antes de elevar la mirada hacia ella y sonreírle. -Mi falda se atoró en un árbol y me caí de boca al suelo y al intentar zafarme arranqué la falda. ¡Lo bueno que no había más que unos alumnos de primero de Creag por ahí!- Negué con la cabeza, intentando no hablar fuerte para que Clementine no nos escuchara. -Pero luego con un hechizo rápido mi falda volvió a mí. Aunque claro, no me esperaba que un trozo de corteza se viniera con ella y cuando corrí hacia acá me dio picazón en una pierna y se me irritó y cuando intenté quitármelo me agarré dando vueltas sobre el mismo lugar para atraparla y me llené los zapatos de lodo porque acababan de regar esa zona.- Rodé los ojos, ni yo me lo creía.

-Así que fui a asearme pero alguien, -seguramente chicos- puso un hechizo en los lavabos, así que cuando lo abrí me mojé toda.- Solté un suspiro cortito. -Pero ya estoy mejor, me sequé rápido, aunque creo que tengo el cabello algo despeinado.- Torcí los labios llevándome la mano hacia ellos y encontrando una hojita seca entre éstos. -Oh, sí, pero la encontré.- Recordé y mostré la sorpresa de recordar que si había ido al jardín había sido precisamente en la búsqueda de algo. -Espera...- Metí mi mano al pequeño bolsillito que tenía mi falda. -Ten, combina con tu diadema de hoy.- Sonreí ampliamente, mostrando una florecilla morada pequeña pero con un aroma dulzón y un brillo mágico encantador. La había visto mucho tiempo atrás, escondida entre arbustos, era rara y posiblemente llena de propiedades curativas, pero a mí se me había antojado muy cutie y pensé que se vería muy bien en Celes. -Miiira~- Canturreé bajito realizando un hechizo que colocó un broche en la flor para poder estirar mis dos manos y colocarla en la blusa de Celes, sobre el botón superior de ésta. -¡Me guuuusta!- Reí por lo bajo, sonriéndole cómplice.

Los días se habían pasado extremadamente lentos y tediosos. Ella por su parte sabía que en las clases de Fraternidades la presencia de los alumnos de sexto podían ser prescindibles. Pero ésa clase la impartiría Clementine y, posiblemente, en algún momento podrían necesitarla para alguna emergencia. Todo era posible en ese Instituto, por lo que decidió presentarse acomodando su horario de tal forma que su última tutoría a estudiantes sería de ocho quince a ocho cuarenta, si tenía suerte. Suspiró sabiendo que se había dicho a sí misma y a la coordinación escolar que podría con las tutorías, la enfermería y Little Monsters en su momento, así como con el monitoreo de su Fraternidad. Hasta ahora lo estaba haciendo estupendamente, a decir verdad, sin descuidar inclusive su régimen alimenticio impuesto por la misma Clementine.

Sin prisas pero sin pausas llegó al salón, entrando con una sonrisa serena dibujada en sus rosados labios, antes de saludar a todos con un gesto de mano. -Buenos días profesora, muchachos.- Frente a todos los alumnos no podía llamarle Clementine sin más, tenía que incentivar el respeto a los docentes, así que hacía ella lo mismo. Caminó lento para acomodarse sentada justo al lado de Linnaea. Era una pequeña adorable y, según se había enterado, era nuevo miembro del equpo de Mugby. -¿Te molesta si me siento aquí?- Al ser monitor escolar todos los alumnos la conocían ya, pues les había dado la bienvenida individualmente a pesar de las circunstancias que éste año sucitaron el primer día de clases.

Así pues, estando sentada se dedicó a observar. A Clementine en primer lugar. No era nada nueva la razón por la que ella daba clases en ese momento, por lo que intentó descifrar sus pensamientos. Observó también na Nick y cuando notó su fingida actitud sus ojos miel volaron rápidamente hacia Celes que yacía sentada junto a la elfo enérgica de quinto. Sí, Celes la tenía preocuapada, pero intentaba no darle mucha importancia a eso. -¿Cómo han estado las clases últimamente?- Preguntó a la pequeña pelinegra a su lado, acomodando los plieges de su falda negra mientras la observaba. Hacía ya bastante -aunque el tiempo había pasado demasiado rápido- que dejó de ser peliplata y había tomado su tono natural, rubio, pero muchos niños aún seguían preguntándole el por qué. Esperaba ese cambio repentino no hiciera creer a los pequeñitos de primero que era una chica extravagante.

Me sorprendí un poco cuando vi que de pronto a Celes se le ponían las mejillas rojas. Justo cuando iba a tocarle la frente para cerciorarme de que no le hubiese dado fiebre de pronto, mi mano se quedó paralizada para poder escuchar lo que decía la profesora. Una pregunta interesante. Para nuestro grado era algo que sabíamos muy bien Celes y yo, ella quizá sabía explicarlo mejor, pero al ver que era Kallecín quien hablaba, guardé silencio, tomándole la mano a mi pelinegra amiga para recargarme un poquito contra ella. Con mi brazo y hombro pegado al suyo e inclinando mi cabeza sobre ella sólo un poquito.

Se sentía muy bien tener mis dedos entrelazados con los de ella. Sin poder evitarlo apreté un poco el agarre de nuestras manos por inercia. Quería tenerla así siempre. La sola idea de separarnos pronto por culpa del consejo me aterró, me mordí el labio inferior y sacudí un poco mi cabeza para volver a la realidad. –Es buena idea enseñarle todo lo que explicó el niño mágico musical a Linn. Seguramente le sentará bien aprender todo eso.- Comenté en voz baja para que sólo ella me escuchara, elevando un poco la cabeza para mirarla con una sonrisa. Después de unos minutos me compuse un poco, no podía estar así de recargada en ella, seguramente Clementine pensaría que me aburría en la clase y sólo quería dormir. Por lo mismo me coloqué erguida y me acomodé el cabello con mi mano libre, sin soltar aún la ajena.