Tiempo sin verte. {Privado}

Al final ella había aceptado, y sin duda alguna él se encontraba algo nervioso. No tenía intenciones de cortejarla, simplemente quería saber cómo se encontraba después más de un año de saber poco o nada de la peliplata. Ella no había respondido las llamadas durante el primer semestre que estuvieron separados, aunque él entendía que la forma en que hubieron terminado al final fue demasiado brusca, lo viese por donde lo viese. Jugó con el encendedor que yacía en su mano derecha, abriéndolo y cerrándolo de golpe para distraerse con el movimiento y el sonido que éste hacía. Necesitaba un cigarrillo para relajarse, pero realmente sería una estupidéz llegar oliendo a humo de tabaco frente a una chica que le había dejado claro que lo detestaba.

Guardó el artefacto en el bolsillo derecho de su pantalón de mezclilla y miró por la ventana, se podía notar el buen clima de Canterbury sin necesidad de bajar los vidrios, sin duda era un viernes excelente para salir acompañado, en especial si se trataba de ella. Una sonrisa segura se posó en los labios del americano antes de que se acomodara el saco negro que llevaba, mirando de reojo sus tennis converse del mismo color que iban impecables. Volvió la mirada a la ventana antes de que el automóvil se detuviera y él supiera que habían llegado al sitio acordado. -Gracias Lance, vengo en un momento.- Indicó al conductor al abrir la puerta y salir de su Mondeo plateado para caminar hacia el punto de reunión. Habían acordado verse fuera del café que habían visitado siempre que iban a la ciudad, por lo que él notó desde lejos que, curiosamente, ella aun no llegaba.

Elevó el brazo izquierdo para buscar la hora, y encontró en su rolex negro la respuesta al a duda. Faltaban veinte minutos para las cinco. Seguramente ella llegaría pronto, porque nunca le había gustado demasiado ser impuntual. Se llevó las manos a los blsillos del pantalón mientras continuaba su camino hacia el café, sonriendo sin poder evitarlo al ver la figura de la chica acercándose. Soltó una risa por lo bajo que sólo él pudo escuchar y movió la cabeza suavemente para acomodarse su castaño cabello. Se miraba ella más encantadora que de costumbre.

¡Deberes, deberes y más deberes! Había conseguido salir temprano de clases, sin embargo tenía que realizar las revisiones de un montón de cosas. Realmente todo era muy a futuro, pero no le gustaba que se le acumulara el trabajo, por lo que intentaba organizarse con la mayor anticipación posible. Pero gracias al cielo pudo salir a las tres y cuarto del Instituto y tras correr a darse una ducha y arreglarse como era debido, salió disparada hacia el transporte que llevaba a Canterbury. Sabía que si hubiese aceptado que el castaño la recogiese en el colegio todo habría sido más rápido, pero necesitaba pensar detenidamente sobre la conversación que iban a tener.

Se colocó los audífonos apenas dentro del autobús y se acomodó recargada en el respaldo del asiento con los ojos cerrados. Tras media hora de relajación terminó levantando los párpados para mirar hacia la ventana. La vista era increíble, a pesar que era ya tarde se podían ver hermosos colores en el cielo. Una sonrisa de alegría se dibujó en sus labios, pensando que pronto, más pronto de lo imaginado, su madre podría ver ese tipo de paisajes con ella. Soltó un suspiro y bajó la mirada al suelo, observando sus sandalias sencillas. Eran color café y le llegaban a media pierna con lazos del mismo color. Arriba llevaba un vestido de verano color blanco con decoraciones de aves en tono miel muy pequeñas y discimuladas. Un cinto café ciñendo su delgada cintura y los brazos descubiertos. En el bolso, uno pequeño de mano, llevaba por si acaso suéter, un pantalón y una blusa. Pero estaba segura que no regresaría demasiado tarde.

Volvió la vista a la ventana y por un momento miró su reflejo. Se acomodó inconscientemente un mechón de cabello tras la oreja fijando la mirada en la diadema café que resaltaba en sus claros cabellos. Pensó que para ir hasta Londres bien hubiese puesto quitar el hechizo de su cabello, pero Dalerick nunca la había visto rubia, así que era mejor no hacerlo. Para cuando dejó de divagar notó que el autobús se detenía y bajó presurosamente. Miró el reloj en su muñeca, uno pequeño y delgado color blanco y sonrió. Le quedaban veinte minutos, aunque haría unos quince en llegar al sitio acordado. Comenzó a caminar sin mucha prisa, hasta que logró ver la figura masculina a lo lejos, observando su propio reloj.

Sonrió algo nerviosa y bajó inconscientemente el vuelo de su vestido, tal vez debería haberlo modificado para que fuera abajo de la rodilla. Elevó la mirada de nuevo y comenzó a acelerar el paso, volviendo a sonreír al estar a unos metros del castaño. -Hola.- Saludó avergonzada. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que se habían visto. Había llorado tanto por él. -Te dejaste crecer el cabello.- Comentó bobamente, como si él no fuese consciente de eso por su cuenta. -Y tienes aros en las orejas ahora.- Notó con sorpresa, sin que eso le importara realmente. Bajó la mirada y apretó la mano derecha contra el bolso pequeño y rectangular.