I Guess Heaven Was Needing A Hero │ Privado

Cuando la nuker de Srad observó al gladiador acercarse con su pequeña hermanita no pudo más que morderse el labio inferior y voltear a otro lado para limpiar sus lágrimas. ¿Por qué le hacía eso? ¿No se daba cuenta de que sólo la lastimaba más? No…porque él no sabía su pasado. Un pasado que había comenzado a querer abrir a Gustav una semana atrás y que ahora no desenterraría más. Pasó saliva para luego mirar a la pequeña rubia e intentar sonreír un poquito. -Hey. - Responde secamente a la pregunta de él, no quieriendo decir la verdad, no delante de la pequeña que nada de culpa tenía en eso. No, la culpa era de Noah Fenian…la culpa de todo eso.

Antes de poder seguir torturándose con tales pensamientos la alemana giró el rostro hacia Hazel que se acercaba a la estatua. Intentó ser fuerte y soportar eso porque no quería que Maggie la viese llorar, por lo mismo apretó los labios y cerró los ojos unos segundos antes de tener que llevarse la mano al rostro para cubrir su boca ante la visión de los estragos que la batalla había causado en el pelirrojo. Bajó la mirada y sus hombros comenzaron a moverse al ritmo que hipeaba. Luego de eso se quedó ausente durante todo el tiempo que duró el discurso. Ella también podría decir muchas cosas sobre Gustav, pero no. Eran suyas, esos recuerdos serían sus tesoros para siempre.

Cerró de nuevo los ojos y luego de eso extendió el brazo izquierdo para coger la pequeña mano de la rubiecita y llevársela de ese deprimente lugar. Si bien era cierto que en cuanto ella y su hermano mayor se alejaran, la nuker iría a llorar a su habitación, por el momento intentaba retenerse lo más posible. -Hola. - Saludó mirándola de reojo mientras caminaban a otra zona del jardín donde no hubiese alumnos, donde pudiesen charlar un poco.

Estaba un poquito confundida con todo lo que iba pasando. Desde que en la mañana una de las maestras de Little Monsters había teñido mi ropa con mana amarillo para que fuese negra, supe que algo iba mal. A mí me gustaba el rosa, no el negro, pero no dije nada. Ahora entendía un poco de lo que había pasado, pero estábamos en ese jardín rodeado de alumnos del Instituto a quienes no conocía y de profesores que me daban miedo por sus expresiones. No me había despegado de Taylor hasta que él comenzó a caminar hasta donde estaba Naami, la chica que me había visitado en el rancho y luego había sido una de las rescatistas o algo así.

Estaba llorando cuando llegamos, lo que me hizo voltear a ver a mi hermano con duda, pero él no me pescó por intentar hablar con ella. Luego vino un discurso que no entendí del todo, pero pensé que ese tal Gustav debía ser alguien que todos quisieron y que ahora ya no estaba con nosotros. Pero los espíritus son buenos y siempre nos cuidan, o al menos eso me decía Julie, la maestra de mi sala. Me agarré de la manga de mi hermano hasta que Naami, la chica de ojos bien verdes, me miró. Su tristeza me hizo sentir mal, pero cuando extendió su brazo puse mi mano sobre la suya, comenzando a seguirla. Se veía muy deprimida, y eso me bajó el ánimo, pero pensé que tal vez podía hacerla reír como cuando Julie estaba triste.

-Hola, Naami.- Respondí a su saludo sólo para ver a mi hermano moverse como pudo sobre su pierna lastimada para poder abrazarla. Abrí mis ojos bien grandes por la sorpresa, alzando las cejas y sujetando con mis manitos el vestido negro que llevaba, a juego, por el mana, con los dos grandes moños que sujetaban mis coletas.

Ante el saludo de la pequeña rubia la castaña esbozó una débil sonrisa que se desvaneció cuando el más alto se lanzó a abrazarla. Sus ojos se abrieron muy grandes por la sorpresa y un gran impulso por lanzarlo lejos le llenó el pecho, pero no. No podía dar tal gesto ante la más pequeñita. Ante la impotencia de no poder liberarse y de sentirse tan frágil por todo lo acontecido la nuker atinó a llorar. Comenzó a soltar de nuevo ese llanto que la acompañaba desde el momento que anunciaron oficialmente que Gustav no volvería, y escondió el rostro en el cuello de Taylor para poder llorar sin ser vista. Por un instante quiso abrazarle también, pero sus brazos estaban prisioneros, por lo que se limitó a eso, a llorar ahí escondida.

Pasó saliva dificultosamente y luchó para no gritarle lo peor. Quería hacerlo, quería decirle que él jamás entendería lo que realmente Gustav hubiera querido, que tenían muchas cosas por hacer y que todo no debería haber terminado de esa manera, pero calló prudentemente. A cambio de las palabras que no pudo pronunciar lloró más intensamente, soltando sollozos y jadeos de desesperación, apretando los puños y llorando de tal forma que el cuerpo se le volvió débil. De no ser por los brazos fuertes que la rodeaban seguramente hubiese terminado de rodillas en el suelo. Pero no sucedió, se quedó así, como un niño pequeño siendo consolado tras caer.

Entrecerré los ojos algo sorprendida por la actitud de la chica, se miraba muy mal. Bajé la cabeza cuando comenzó a llorar y preferí no decir nada, aunque después de un rato di pasitos tímidos hacia ellos dos, al pedírmelo así Taylor. Apreté los labios con inseguridad y luego los torcí sin estar convencida de que ella me escucharía. Me preocupé cuando él se quejó por el dolor en su pie, y me dije mentalmente que debí haberle repetido más veces que no debía esforzarse demasiado con ello.

Finalmente la miré a ella, mostrando un gesto de tristeza por saber que ella estaba muy mal. -Gracias Naami.- Dije tal como él quería que hiciera, antes de dar un par de paso hacia ésta y tomarle el borde de la manga con mi mano. -Gracias por salvarnos a Aris y a mí y a todos los niños...- Sonreí para ella. En verdad le estaba agradecida, sabía que mi hermano y ella nos habían salvado, como otros chicos que él dijo pero ya no recordaba. -Fuiste muy valiente.- Aseguré abriendo mis ojos grandes, mientras aferraba con mi brazo derecho al oso de peluche que llevaba desde hacía días. -¿Verdad que fue muy valiente?- Hablé al felpudo juguete, agachándome un poquito hacia él para darle un besito en la cabeza.

Cuando él comenzó a hablar tuvo que respirar hondo. Maggie era una niña adorable, y en cualquier otro momento le hubiese ayudado a sentir un alivio por el vacío de su propia hermana que perdió. Pero en ese momento sólo le recordaba eso, que la había perdido. Que perdió a su hermana, a su padre, que tenía una madre que como si no existiera, un abuelo al que nunca había abrazado, una tía que quería robarle su fortuna, y que ahora había perdido a un miembro de su familia en Furukawa. -El que fue valiente fue tu hermano. - Soltó mirando al cielo, limpiándose las lágrimas para alejarse del gladiador.

-Gracias por venir, Maggie. - Mordió su labio inferior y le acarició a la niña los rubios cabellos. -¿Quieres ir a pasear otro día? Tengo que ir a mi habitación ahora. - Aseguró intentando sonar convincente, pero realmente ya no quería estar ahí. Si no se iba sin más es porque pensaba que la niña no se merecía eso. Sinceramente la pequeña no merecía nada de eso.

La noté mucho menos animada que la vez anterior, pero parecía seguir siendo ella misma, aunque no era mala con mi hermano ni le hacía bromas. Cuando se separaron me pegué de nuevo a él y asentí enérgicamente ante la idea de poder ir a pasear con ellos dos, me gustaba mucho cómo se veían juntos, aunque las cosas parecían haber cambiado mucho desde la visita a Little Monsters que hicieron un día. -Adiós, Naami.- Atiné a despedirla antes de ver cómo se alejaba y pegarme más a Taylor, sonriendo porque realmente tenía hambre y su proposición se me antojaba genial.

-¡Comida!- Solté un grtito mientras estrujaba el bonito peluche. -¿Escuchaste, Sergei? Comeremos algo y...¡heeeeey! ¡No le des una paliza a Aris!- Me quejé inflando mis mejillas de forma graciosa mientras lo miraba amenazante, jalándole de la manga.

Solté un ruidito de emoción cuando me acomodó sobre sus hombros y coloqué mi oso sobre su cabeza, inflando las mejillas con molestia ante su ofensa al nombre de mi amigo. -¡Yo no le puse Sergeii, así se llama él. ¿Verdad Sergeii? Él me lo dijo.- Comenté segura de mis palabras haciéndole caritas graciosas al peluche, tal como mi hermano me hacía a mí cuando estaba intentando hacerme reír. -Es mi mejor amigo ahora, ¿sabes? Suzzy, la muñeca que me regalaste hace poco es muy linda, pero ella no habla conmigo y Sergeii sí.- <:

Tras decir eso me agaché para pegar mi mejilla a la de mi hermano mejor, sujetándome de su cuello para no caerme, manteniendo abrazado contra mi pecho al peluche. -¡Aris no moja la cama! Un día me dijo que ya no le pasa. Es un niño grande, como yo.- Informé con la voz más madura que pude poner, pues quería que me entendiera que ya no era una niña pequeña. -¿Qué vamos a comer?- c: