Take My Hand │ Privado

De forma estúpida e imprudente, y a pesar de haber comido casi nada durante esos cuatro días, el pelirrojo se encontraba haciendo ejercicio de forma rigurosa en su cuarto. Ya había sido suficiente lloriqueo, ahora tenía que tomar acciones. Pero necesitaba estar listo para ello.
Había creado una barra metálica de pared a pared sobre el lugar donde antes se encontraba su cama, la cual ahora yacía pegada a la pared de forma vertical. Ya no la necesitaba...

Y sin embargo, no había podido siquiera atreverse a mover la cama de Sebastyan...

Con sudor corriendo fuertemente por su rostro, Hazel estaba haciendo abdominales mientras intentaba juntar mana negro alrededor de su cuerpo, colgando de la barra de metal con las rodillas, y elevando su cuerpo entre jadeos. Tenía que encontrar la forma de controlar perfectamente su energía mágica, era la única manera. Fue entonces cuando algo lo sacó de su obsesiva concentración. Esa suave y triste canción de caja de música hizo que se detuviera, quedando colgado de cabeza y con los brazos detrás de la nuca por la posición del ejercicio, con los ojos bien abiertos y clavados en el pequeño insturmento.

La voz de Naami hizo que lo que quedaba de su corazón (tal vez sólo reservado para ella y sus demás protegidos) diera un vuelco y su estómago se estremeciera con una sensación de acidez. Cerró los ojos al escuchar lo frágil que sonaba la voz de la chica, y aún respirando pesadamente, deshizo el sello en la puerta sin decir palabra. Por fuera del cuarto, Naami puede ver como una pequeña aura violeta rodea la perilla, para luego deshacerse en pequeñas motas del mismo color que se desvanecen por el aire.

El pelirrojo se deja caer de la barra, deteniéndose en el piso con ambas manos y dejando el peso de sus piernas llegar lentamente hasta el suelo con un duro movimiento. Se puso de pie, tomando una toalla y poniéndola alrededor de su cuello, desnudo igual que su torso, por lo que se podía ver perfectamente la forma en que su brazo metálico se unía a su carne en su pectoral y su espalda. Con sólo un pantalón deportivo negro y esa toalla negra, sucia ya por el uso desde que tuvo esa visión de Gustav, se acercó hacia la puerta diciendo en voz alta -Está abierto...- con un tono serio, grave y algo hosco.

Con algo de nervios, esperó a que la nuker cruzara la puerta...

Hazel vio como la chica entraba lentamente con su mirada muerta y seca, pero en el momento en que ella vio su brazo y comenzó a sollozar, los ojos del pelirrojo viraron hacia el metal por un instante y su expresión se suavizó un poco. Se apresuró hacia la puerta y la cerró, sellándola con un hechizo de mana violeta otra vez mientras Naami lloraba.

- Nam...- dice levantando su mano derecha como para ponerla en el hombro de la nuker, pero deteniéndose. Esa era la mano metálica, si hacía eso sería como clavar una daga en su corazón. Llevó su mano izquierda al hombro derecho de ella con suavidad.

Cierto, desde que despertó no la había visto. Desde aquel día en que despertó en la camilla para encontrarse con su brazo nuevo, y luego que le dijeran de la muerte de Gustav. Ese episodio de furia y desesperación que lo controló debió haber sido horrible de ver. Nick había tenido que usar su magia para restringirlo con una camisa de fuerza para que no lastimara a alguien más...

Ya habían pasado cinco días desde entonces, y no había siquiera intentado hablar con ella. Era cierto que ahora necesitaba encontrar el significado del Dogma Crucis, pero acaso él podía ser tan desalmado como para abandonar a Naami como el elfo lo había abandonado a él?

- Perdona...- dice con la voz baja y grave. En realidad, tenía miedo de que ella comenzara a hablar. Y si lo odiaba por la muerte de Gustav? Se habría enterado de cómo habían acontecido las cosas en el bosque? Cómo habría salido su lado de la misión?

El ex-carrier no pudo ocultar su sorpresa en el rostro. Se quedó paralizado unos segundos cuando escuchó las primeras palabras de la chica, sobre todo lo segundo que dijo. Entonces, lo sabía? Sabía lo que habían vivido él y Sebastyan antes de que supiera que era un...

Apretó los dientes con frustración, con la tristeza asomando con obviedad en su temple, y finalmente rodeó la espalda de Naami con su brazo izquierdo mientras ella se arqueaba por el llanto. Era un shock completo para él el ver a Naami así. Aquella chica fuerte, seria, sarcástica y hasta cierto punto reservada y misteriosa yacía rota en mil pedazos frente a él, aceptando una vulnerabilidad que jamás pensó que existiera en su alma. Un nudo en su garganta se formó, pero no, ya no podía llorar, pasara lo que pasara. Un suspiro fue lo único que alcanzó a salir de su boca. Tal vez, sólo tal vez, aún quedara un poco de fuerza en su corazón para ayudar a alguien más, alguien que era lo suficientemente importante para él como para regresarlo a la tierra de los vivos tomando su mano.

Pasando saliva pesadamente, el pelirrojo por fin pudo contestarle -Aquí estoy, Nam...- después de todo, sólo a ella había dejado a entrar a ese que ahora era su obscuro santuario de vacío.
-Puedes... puedes quedarte aquí si quieres... regresaré mi cama a su lugar si quieres dormir aquí...- dice murmurando un poco, aprovechando la cercanía que tenía con la chica, que apenas si alcanzaba con la frente su pecho.

Escuchó con atención y una enorme sorpresa las palabras de la nahual. Jamás pensó que esa fuera la historia de Naami, la historia de aquella niña adinerada a la cual siempre le había supuesto una vida perfecta y sin complicaciones, una vida que de cierto modo lo intimidaba porque él no podía presumir de nada similar. Él sólo tenía, pues, el Instituto, nada más qué ofrecer.

Abrió la boca un poco como para decir algo, pero no salió ninguna palabra. Esas palabras lo habían dejado frío. Cómo le diría a esa frágil niña en sus brazos que tenía que buscar la fuente de todo este desastre? Que tenía que llegar al centro de esto para destruirlo de una vez por todas?

- Nam...- fue lo único que alcanzó a decir sin pensar -No tienes que pelear... ya no tienes que hacerlo.- hizo una pausa para jalar un poco a la nuker hacia él una vez más y poner una mano sobre el cabello de ella, intentando consolarla lo mejor que podía. - Pero... yo tengo que seguir. Tengo que llegar hasta los que provocaron esto, tengo que derrumbarlos antes que alguien más muera...

Suspiró un poco antes de seguir hablando -No pienso pedirle a nadie más que me siga a la batalla... ya fue suficiente con que los arrastrara a este infierno... Perdóname, Schwan...- lentamente su mirada fue bajando hasta esconderse entre los cabellos de la chica -Perdóname... por todo esto. No debí involucrarlos en mis estupideces.-

Ese pesar tan grande de la más chica le había puesto los pies en la tierra. Cómo es que podría ella soportar que una vez más, uno de sus amigos, parte de su familia, se arrojara a las fauces de la muerte por un sacrificio que podría ser en vano? Las últimas palabras que le dedicó el elfo resonaron en su cabeza como una campana, y el pelirrojo no pudo más que apretar los dientes con fuerza, su sangre hirviendo de rabia de pensar que ese farsante tuviera razón...

-Debo... debo pensar qué haré al respecto... pero quiero al menos llegar al fondo de esto, Naami...- dice de la forma más sutil que podía formar en ese momento. No quería romperla, no más. - Puedes quedarte aquí si quieres...-

Después de decir eso, el pelirrojo levanta un poco la mirada y voltea a ver el desastre que era su cuarto. Era una maldita zona de guerra. -Creo... que me hace falta la compañía...

Al verla a los ojos cayó en cuenta de lo mal que se veía su rostro, y pensó que probablemente él estaba igual. Por un momento, su mente divagó y se perdió en la idea de cómo su vida lo había hecho dar estos vuelcos, primero con sus padres, y ahora con Gustav, y como en ambas ocasiones había reaccionado casi de la misma forma. Se sintió débil, aunque se preguntó cómo es que un niño debía reaccionar ante una pérdida tan grande.

La voz de Naami lo sacó de sus pensamientos, y al ver la comida, una minúscula sonrisa se formó en su rostro. -Gracias...- dijo mientras se sentaba en el piso frente a la comida. Había estado subsistiendo vagamente con latas de atún cuando el hambre se hacía tan insoportable después del ejercicio que tenía que comer, aunque su ánimo se lo reclamara, así que ver esa comida preparada hizo que algo dentro de él se calentara un poco. Tomó una rebanada de pizza y la acercó a su boca, dando un mordisco. Sabía bien...

Pero no pudo evitar recordarlo. El sabor de la comida preparada hizo que inevitablemente su mente vagara hasta uno de los pasatiempos favoritos del elfo. De pronto, el sabor de la pizza se hizo algo amargo, y con un gesto duro siguió masticando.

-Era un elfo...- dice después de pasar el bocado. -Hah... puedes creerlo? Maté a mi mejor amigo y me enteré que la mitad de mi vida fue una mentira en la misma semana...- escupió cínicamente sin pensar mientras veía el piso con la mirada perdida. Hubo un silencio algo largo después de esas palabras -Perdona...- dijo suspirando -No debería hablar así...Sigo intentando explicarme cómo llegó a esto...

Hazel escuchó atento la historia de Naami, preguntándose exactamente a dónde quería llegar. Le costaba trabajo verla, más cuando la nuker se estaba abriendo de esa manera frente a él. Cuando mencionó la mordida de su madre entendió un poco lo que quería decir. El destino juega sus cartas por una razón, eh? Por mucho tiempo pensó igual que Naami, pensó que lo que había tenido que soportar después de que murieran sus padres lo había llevado a la cúspide de su vida. Tenía una familia nueva, y tenía una sonrisa por la cuál luchar. Pero... ahora? Esa sonrisa resultó no ser más que una farsa. Se estremeció y pudo sentir su puño apretarse con fuerza cuando escuchó el nombre del elfo. Su simple recuerdo lo hacía sumergirse en la furia lentamente.

Si preferiría que hubiera sido él el que muriera en vez de Gustav? Sí, sí lo hubiera preferido. En su estado no era más que un bulto sin forma ni alma, pero el destino había puesto sus cartas sobre la mesa, y ahora debía seguir él adelante, eso lo tenía bien claro.
Sin embargo, a pesar de estar hundido en sus obscuros pensamientos, el beso que Naami dejó en su cabeza lo sacudió de punta a punta. Se quedó quieto con los ojos algo abiertos por unos segundos, pero antes de que la chica se alejara más levantó rápidamente su mano izquierda para tomar de la muñeca a la nuker.

Para qué? Ni siquiera él entendía lo que estaba haciendo, pero su sangre hervía, hervía con una ira muda y una frustración desmedida. Poco a poco empezó a jalar a la chica de vuelta a que se sentara a su lado. -Mis padres fueron asesinados por elfos. Él lo supo. Lo supo siempre.- dijo con una severidad sombría en su voz -Cuando murieron pensé que no tenía nada por qué vivir... y en un principio, lo único que me impulsó fue la venganza... el deseo de matarlos a todos y cada uno de ellos...-

Bajó lentamente la cabeza, hasta que los cabellos de su frente taparon por completo su mirada. Había jalado ya a la chica hasta tenerla casi de rodillas frente a él. -Y sabes algo? Creo que nunca se fue... creo que ese instinto jamás me va a dejar... No tenía la intención de matar a Gustav, y si alguien viene a decirme lo contrario lo aplastaré yo mismo... pero...- soltó lentamente la mano de la chica mientras elevaba ambas manos al nivel del rostro propio, viendo sus palmas fijamente, mientras estas temblaban un poco -Pero ahora entiendo que estas manos están hechas para eso... no hay nada más que puedan hacer...-

Poco a poco fue elevando la mirada, hasta clavar sus ojos verde olivo en los de Naami. La mirada de Hazel era tan diferente de la de ese chico alegre que había guiado a su equipo a la victoria dos años consecutivos. Era un delirio iracundo y perdido lo único que expresaban. - Matar.- continúa secamente -Al final, ese es el hombre que soy, ese es el fantasma que he intentado ocultar en el fondo de mi cabeza desde que tenía 8 años, pero ahora entiendo que no puede estar en las sombras. Siempre encuentra la forma de salir, siempre...-

Una lágrima empezó a asomarse en su ojo, pero no corrió por su mejilla, se quedó ahí, temblando, sin poder liberarse - Eso es lo que el destino tiene para mí... por eso me puso en frente a alguien por quien quisiera vivir cuando era niño, para arrebatármelo y recordarme quién soy haciendo que mis manos se mancharan con la sangre de los que quiero...-

Apretó los dientes mientras sus ojos volvían a hundirse en la sucia alfombra del piso de su cuarto. Un silencio sepulcral rodeaba el lugar. Empezó a sentir el peso de las palabras que acababa de escupirle a la única persona que le había tendido la mano, que había ido a él a decirle que lo necesitaba, y se dio cuenta que eso que tanto había odiado durante toda su vida lo estaba empezando a controlar. Y si eso lo controlaba, seguiría. Seguiría matando. Una y otra vez.
- Y aún así... aquí estás. Aquí estás, ofreciéndome una mano.- dice casi en un susurro -Intentando salvarme...-

-Tal vez... deberías odiarme, antes de que te haga daño, Naami... antes de que te provoque más dolor sin recompensa...

El sentir las pequeñas manos de Naami sobre sus mejillas fue el primer paso, pero cuando ella empezó a hablar, cuando empezó a asegurarle su cariño y su lealtad con su suave voz de niña, la mirada del pelirrojo se ablandó. Eso bastó para, por el momento, calmar esa ira torrencial que hacía que su pensamiento se nublara.
Con un rostro casi infantil lleno de dolor, por un momento las palabras de la nuker lograron revertirlo a la persona que era antes. Si bien, doblegado por la tragedia de esos días, la inocencia volvió a sus ojos por unos segundos al escuchar esa promesa. Esa promesa que había hecho y que había escuchado de personas tan importantes para él.
La imagen del rostro de 10 años de Sebastyan se formó en su mente una vez más, y un hueco se abrió en su estómago, añorando simplemente esos años de felicidad, sin importarle en ese momento la traición y la farsa, ni la muerte ni el dolor. Un par de lágrimas se formaron en sus ojos una vez más.

Pero todo volvió cuando ella terminó de hablar. Las últimas palabras de Naami lo hicieron volver al día de hoy. Bajó la mirada a la alfombra, y empezó a negar lentamente con la cabeza, mientras las lágrimas se ahogaban en sus ojos y se quedaban atrapadas una vez más. - G-gracias.- susurra con voz ahogada. -Gracias, pero... No te arrastraré otra vez a una guerra sin motivo...- dice con la voz ahora seria y grave una vez más. - Pero tampoco te alejaré...-

Unos segundos de silencio llenaron la habitación mientras el pelirrojo pensaba cuál era su opción. Una vez más se encontraba entre la espada y la pared. Necesitaba llegar al fondo de todo, necesitaba traer justicia a Gustav, y vengar lo que esos malditos habían traído a la escuela, pero no podía arriesgar a la única familia que le quedaba, no más. Con seriedad, Hazel levanta la mirada para clavar sus ojos en los de Naami. Sabía que si decidía pelear, ella lo seguiría...

-Estuve a punto de morir...- dice finalmente -Pero eso no es el punto. Mientras.... mientras estuve fuera, vi algo... no se lo he mencionado a nadie, pero vi a una mujer. Una mujer que estaba rodeada de luz, estaba en un mundo brillante, lleno de paz. Fue muy extraño...- hace una pausa intentando recordar todos los detalles -Ella me habló, me llamó su Paladin, su guardían. El que brilla aún en el momento de la muerte. Dijo que no podía morir aún, porque se acercaba el momento en que nos conoceríamos...-

Desvió los ojos a un lado, apretándolos, como si eso le ayudara a enfocar mejor esas imágenes en su cabeza -No estaba solo... había otras dos personas ahí, aunque no sé quiénes eran. Pero uno de ellos... uno de ellos dijo que esa mujer era "el último de los gorriones", que estaba orando por este mundo en ese lugar... no pude entender bien el nombre. Pero que eso acabaría con la guerra.-

El australiano aprieta un poco más los ojos al recordar esas palabras, para luego voltear a ver a la chica a los ojos, buscando una respuesta. -No puedo dejarlo de lado, Naami... tengo que saber qué fue esa visión. Es por eso que... tengo que seguir. Sea lo que sea esa mujer, sé que me está esperando, y sé que "los gorriones" son la clave para descubrir qué demonios está pasando y quién está atacando al Instituto. Pero...-

El chico hace una pausa nuevamente, para poner su mano izquierda sobre la de Naami, apretándola con sentimiento - No quiero arrastrarte otra vez. No quiero que elijas hundirte en el conflicto sólo por mí...-

Hazel se mantenía atento y serio a las palabras de Naami. Sí, sabía que eso pasaría. Al final no podía evitarlo, no podía evitar que Naami lo siguiera, a pesar de que les hubiera fallado a ella y a los demás...

Y lo peor, es que una parte de él sentía alivio por eso, por no estar solo en una cruzada maldita. La miró de frente cuando escuchó que su abuelo quería llevarla de regreso a Alemania, y un hueco en su estómago lo hizo estremecer un poco. Sería eso lo mejor? Algo en él gritaba que no, que no lo era. Porque sabía que lo que quería hacer no podía hacerlo solo.

Pero ese pensamiento se esfumó cuando escuchó con lo que continuó la nuker. Inmediatamente los ojos de Hazel se abrieron un poco más para verla a los suyos. Frunció el ceño mientras Naami hacía eco de las preguntas que él mismo formulaba en su cabeza. Rhia le había dicho que Noah estaba en un enorme peligro, y que los alumnos de sexto grado tenían que protegerlo. Acaso de esto se trataba? Cómo es que los simples alumnos de sexto podrían con gente de la talla del Dogma Crucis?

-Mana Dorado...- repite Hazel en voz baja. Jamás había escuchado ese término. No en clases, no en ningún lado. Sonaba... imponente. Sonaba a que era la clave de todo esto. -Sé que desde inicio de curso Noah había estado en peligro. Y de hecho...- abrió más los ojos, desviando la mirada al piso y siendo golpeado por los recuerdos- -El día que cancelé el entrenamiento... fue por eso. Él sabía que esto estaba pasando. Ese día lo dejé quedarse a dormir porque empezó a llorar derrepente y a pedirme disculpas. Luego me enteré que estaba en peligro...-

El pelirrojo mira a la nuker a los ojos una vez más, de forma más intensa. - Él sabe lo que está pasando...- afirma con seriedad. No podía creer que al fin y al cabo, Noah estuviera involucrado de esa forma en estos sucesos. Tenía que hablar con él, y tenía que hacerlo ya. Pero... no podía saber todo él solo. Y no podía detenerse ahí. Esto no iba a ser un misterio que iba a ser fácil de quebrar. Necesitaba gente que supiera sobre el mana dorado, y gente que tuviera más fácilidad para pensar.

Una media sonrisa se dibujó en su rostro con enorme ironía. Una vez más, haría una estupidez, y una vez más, por necesidad, terminaría arrastrando más gente a su guerra sin sentido...

-Tengo un trabajo para ti...-- le dice a la nuker mientras se ponía de pie lentamente, para luego caminar hacia su desbaratado escritorio. -Iré a hablar con Noah... tal vez no esté en el mejor estado, pero creo que si alguien puede hacerlo hablar soy yo...- dice mientras mueve las cosas para sacar un cuaderno y arrancar una hoja, escribiendo un mensaje ahí. - Pero necesitamos ojos más capaces... necesitamos alguien que llene ese hueco...- termina bajando gradualmente el volumen de su voz. Alguien que haga el trabajo que hacía Sebastyan, sí. Pero no quería decirlo. No quería aceptarlo. No quería aceptar que lo necesitaba, incluso para eso. Otra sonrisa media se asomó a su rostro con sarcasmo mientras caminaba hacia Naami y le entregaba el papel, doblado para simular un sobre.

- Ve a la casa de Creag, busca a Isaac. Es el portier del equipo... él es inteligente y tal vez quiera ayudarnos, darle esta carta... te veré aquí en la noche, de acuerdo?-

Se quedó un silencio un momento, con la carta tendida al frente, y un suspiro se alargó de su garganta. De cierta forma, el empezar a tener una pista de cómo llegar al centro de todo lo había calmado un poco. Estaba transformando esa ira y tristeza desmedida en fría y distante determinación. Finalmente puso una de sus manos sobre la cabeza de Naami, despeinandola apenas un poco, más como si fuera una caricia. -Gracias, Nam...-

Esas palabras fueron sinceras esta vez, tan sinceras como podían ser.