Tell me why the sun shines ❁ Privado

El jardín del Instituto de mi hermano mayor era muy bonito y extenso, pero a mí me gustaba más estar en el rancho y poder jugar con los animalitos que había en la granja donde nos enseñaban a cuidarlos. Las criaturas mágicas eran mis favoritas, aunque ahora que lo pensaba...cuando salimos de ahí no me di cuenta si ellos estaban bien o no. Sentí preocupación por mis consentidos y luego de eso miré una pequeña plantanción de girasoles. Corrí hacia ella y me hinqué a un lado, quitándome la mochila rosa de dragones-princesa que llevaba en la espalda para abrirla y sacar a mi peluche con cuidado.

-¡Sergei, mira!- Abracé al pequeño oso de felpa de forma que él pudiese ver de frente lo que yo veía, los hermosos girasoles viendo directamente al sol. A pesar de los días nublados anteriores, ese era hermoso y resplandecía casi mágicamente. -Son muy bonitos, ¿verdad?- Abracé más fuerte al osito y sonreí ampliamente, pues me sentía feliz en ese momento. A pesar de que mi hermano andaba algo extraño, me gustaba estar ahí con él.

-¡Se llaman girasoles!- Exclamé entusiasmada, observando las orejas felpuditas de mi nuevo y mejor amigo que, estaba yo segura, amaba esos mimos, aunque había niños que me dijeran que los peluches no sienten nada. ¡Él lo sentía todo, y hablaba conmigo! -Se llaman así porque cuando el sol...- Al decir eso acomodé a mi amiguito de tal forma que pudiese mirar el sol. -Va saliendo, los girasoles van moviéndose para poder verlo mejor.- Reí un poquito para luego hacer que viese de nuevo a las flores.

-Me gustan mucho, no sé por qué. ¿Recuerdas si te gusta alguna flor?- Pregunté inclinando el rostro para poder ver mejor a Sergeii, sonriendo dulcemente mientras buscaba el brillo en sus ojitos. Me gustaban mucho, y me daba risa que aunque yo pudiese escuchar su voz, su boca no tuviese que moverse para ello.

Por la exclamación de Sergeii reí mucho, pues me había parecido muy lindo que notara lo que yo le acababa de enseñar. Escuché que no sabía de otras flores y pensé en mostrarle algunas de las que teníamos en Little Monsters, pero luego recordé que Taylor me había dicho que aun no sabía cuándo nos dejarían regresar. No era que odiara estar ahí, pero de todas maneras mi hermano tenía que hacer sus cosas de estudiante grande y no tenía tiempo para mí. -Sí, vamos.- Me paré y abracé en mi costado derecho al oso para sacudirme con la mano izquierda los short y las piernas, caminando un poco hacia los girasoles. -Mira, mira bien, Sergeeeeeii.- Solté riéndome antes de elevar al peluche de los brazos para que mirase mejor a las flores que, al crecer alto, eran más grandes que yo.

Pero me detuve cuando escuché a lo lejos risas. No eran como las risas de mis amigos en el rancho, eran risas de estudiantes grandes y que daban miedo. Bajé al osito y lo apreté fuerte contra mi pecho. -No me gustan los estudiantes de aquí, me dan miedo...- Confesé mientras escuchaba que se acercaban. Quería ser valiente, pero al final me los imaginé como monstruos enormes y llenos de poderes horribles. -¡Waaaa, nos buscan, Sergeii!- Grité para luego comenzar a correr por el jardín hasta encontrar un árbol grande y bonito, tras del cual me senté, mirando de reojo para donde los estudiantes, sabiendo que al ser pequeña no me iban a ver desde ahí. -¡Los perdimos por ahora!- Le informé a mi cómplice de la huída girándolo para mirarnos a los ojos. -¡Estamos a salvo, pero debemos tener...!- Me callé cuando escuché de nuevo voces adultas, seguro de las chicas, pues eran más agudas. -¡Oh, no!- Me tiré pecho tierra y acomodé al osito acostado boca arriba junto a mí, apretándole la manita fuertemente. -Estaremos bien, sólo guarda silencio...- Hice saber hablando bajo, sólo para que él me escuchara.