¿Y tú siempre eres así? ➸ Privado

Aun no se acostumbraba a todo lo que acontecía en el instituto. El primer día sólo había sido el comienzo de un montón de cosas horrendas. ¡Sin mencionar que días atrás hubo un funeral! Ahora caminaba por los pisos del Edificio de Ciencia tras terminar su última clase matutina, intentando conocer un poco del lugar. Le daba algo de miedo saber que había enfrentamientos reales a muerte en un instituto para adolescentes, pero por otra parte ella no era ajena a las batallas, pues había sido entrenada para eso en...sí, en aquel lugar. Detuvo sus pasos en la puerta que tenía la leyenda de "Laboratorio de Pociones" y decidió abrir la puerta lentamente, asomando la cabeza e inclinándola hacia un lado, permitiendo con éste gesto que su cabello castaño callese como cascada a la vista de quien se encontraba dentro.

Pero ella no vio a nadie, al menos no del lado donde observaba, y curioseó infantilmente todos los materiales del lugar. Ya había estado ahí, pero era interesante ver el sitio vacío. En sus anteriores visitas se había encontrado acompañada por niños pequeños, la mayoría de doce años, mucho más pequeños que ella, aunque mucho más extrovertidos. -¡Ohh...!- Observó a lo lejos, en una esquina, un caldero como el de las brujas de los cuentos de hadas que Amalia le había hecho leer cuando recién aprendía el inglés y español básicos. Sonrió traviesa pero inocentemente y se escurrió en el interior del laboratorio, cerrando a su espalda para recargarse en la pared y comenzar a caminar, pegada a ésta, hacia la esquina próxima, percatándose hasta ese momento de la presencia de otra persona en el lugar.

-¡Waaaa!- Gritó al observar a quien se encontraba a su derecha, aparentemente demasiado concentrado en sus asuntos para percatarse de ella, de no haber sido claro, por su grito de espanto. ¡Pero es que estaba tan callado que ella no lo notó antes! Recuperó la compostura, tras haberse agachado un poco sin despegarse de la pared, y acomodó sus cabellos con las manos para pasar saliva y observarle con curiosidad. -Pe...perdón si interrumpí. Lo lamento.- Agachó la cabeza apretándose un brazo con la mano contraria, mirándole bajo las pestañas.

¡Wa! ¡Uuuuun momento, señoras y señores! ¿La llamó por su nombre? Los ojos grises de la jovencita siguieron la figura del más alto con muchísima curiosidad. ¿Cuando entraba en el Instituto les colocaban algún hechizo que permitiera que los demás supiesen su nombre? Parpadeó confundida, mirando los detalles de aquel folder a la vez inspeccionando por instinto los dedos largos y posteriormente viajó con la mirada hacia arriba para quedarse algo prendada de sus cabellos castaños. Tenían un no sé qué de descuido que hizo a la más bajita llevarse la mano derecha al cabello para acomodárselo, buscando algún mechón en desorden, sin encontrarlo. Sus lacios cabellos estaban perfectamente peinados, como le gustaba.

Ante la voz masculina que se hacía notar nuevamente la más bajita elevó la cabeza y se colocó erguida correctamente, sorprendiéndose de que él tuviese esa información. Al menos hasta que se presentó. Coordinador de la Fraternidad de Creag, ¡claro! Eso explica todo. Pensó antes de encogerse de hombros por el regaño. -Lo lamento.- Rápidamente siguió con la vista la seña hecha por el otro y caminó presurosamente hacia el sitio indicado para buscar la túnica. Así mismo cogió del pequeño bolso que se escondía entre los pliegues de su falda (aprendido por una compañera de tercero unos días atrás) y tomó un lazo negro para sujetar su cabello en una bien hecha coleta alta.

-Oh, no se preocupe, otro chico me dio la bienvenida ese día.- Sonrió recordándolo, antes de dirigirse hacia él, preguntándose si lo incomodaría al quedarse ahí a curiosear. -¿De qué año es usted, Issac?- Preguntó con curiosidad. Era el primer estudiante al que se dirigía de usted, pero supuso que si era coordinador debía tenérsele el respeto que a un maestro. Al menos eso asociaba según las jerarquías aprendidas en los libros de Amalia y todo eso.

No le sorprendio mucho el grado que él cursaba, había notado que por la edad humana que ella representaba debería encontrarse cursando cuarto o quinto año, pero le alegraba haber iniciado desde primero, pues de lo contrario se perdería muchísimo. Observó el folder y se acercó para tomarlo y abrirlo, leyendo rápidamente todas las instrucciones. Gracias a sus instrucciones previas, es decir, antes de llegar al mundo humano, con gran rapidez pudo leer todo y cerrar el folder, fijando entonces su vista en el más alto. Para cuándo él preguntó sobre si tenía dudas, ella ya había terminado. -Sí, eso creo...- Dirigió la mirada hacia otras mesas, en una de ellas había un microscopio mágico muy interesante. -¿Los alumnos de primero pueden utilizar el material fuera de horas de clases?- Observó los muebles que a lo lejos contenían todo lo necesario para la investigación eficaz.

Tenía mucho tiempo queriendo analizar algo y, si le era permitido usar el material escolar, tal vez podría obtener lo que quería sin necesidad de cursar todo el instituto. No es que le molestara vivir en el mundo humano, ni convivir con todas esas variadas criaturas, pero Furukawa representaba para ella una posibilidad de cumplir una meta importante, y se esforzaría en ello. Se acomodó el cabello tras la oreja, pues un mechón se había salido de la coleta improvisada, y caminó hacia otra mesa, pasando sus dedos por sobre un pequeño objeto triangular que parecía detectar el tipo de mana que emitían los objetos y descifrar que tan potente era el mismo.

-Los horarios.- Repitió en voz baja mientras elevaba el brazo derecho para pasar la mano frente a sus ojos. De forma imperceptible para alguien más su horario se escribió en el aire dejándole ver qué materias cursaría ésa tarde. Notó que tenía aún tiempo libre antes de la siguiente, por lo que concluyó que podría tomarse al menos una hora todos los días para utilizar el laboratorio, al menos una semana, pues no creía demorarse mucho en buscar lo que necesitaba. De reojo miraba cada movimiento realizado por el más alto, sin embargo a pesar de que se preguntaba qué estaría investigando, no quiso darle mucha importancia. Amalia le había explicado que los estudiantes de ése instituto están siempre ocupados, y ahora notaba que en algunos al menos era verdad.

Se quitó de la espalda la mochila negra con decoración de unas alas plateadas y lo acomodó sobre una de las sillas de por ahí. Ése laboratorio era de pociones, pero enfrente, en la mesa que había elegido, tenía un microscopio mágico, lo cual sería útil por ahora. Rebuscó en la mochila hasta encontrar una caja de oro pequeñita. Pasó sus dedos dibujando varias runas sobre el objeto que brillaban parpadeando para que luego ésta se abriese. Era una clave que sólo ella conocía. Tras abrirla materializó en sus manos unos guantes de látex como había visto hacer al coordinador de su fraternidad y con dos dedos tomó un trocito de la pluma que yacía dividida en seis partes en la cajita. Cerró el dorado objeto y materializó unas pinzas para quitar una barba de la pluma. Ésta tenía un área negra y otra blanca, ella había seleccionado la blanca. La colocó entre los pequeños rectángulos de vidrio para comenzar con su investigación.

Ruth nunca había sido muy platicadora, ni con Amalia, sólo hablaba cuando tenía dudas. Era raro que hablase sobre ella o el pasado que recordaba, a menos que le preguntaran. Debido a eso no tenía la menor intención de hablar con el más alto sobre algo. Se mantendría investigando en silencio a menos que tuviese dudas o fuese él quien hablara. Mientras maniobraba con el aparato mágico y hacía anotaciones con el dedo sobre esa pequeña pantalla mágica invisible para otros ojos realizaba gestos que podían parecer graciosos. Entrecerraba los ojos, arrugaba la nariz, torcía los labios, se mordía el inferior y de vez en cuando se acomodaba el cabello.