¡¿Cómo es que tú...?! │ Privado

Contaba los días. Contaba los días lentamente, mientras se deslizaba por el Instituto observando a todos los guardias que como sombras vigilaban los movimientos de los jóvenes. Contaba los días porque en cuanto pasara el toque de queda viajaría a Alemania, y no quería. La última vez que había hablado con su abuelo le aseguró que la escuela estaba segura con vigilancia las veinticuatro horas y eso dejó más tranquilo al anciano. Pero seguía empeñado en verla un fin de semana para charlar. sus pasos eran lentos hasta que llegó a los escalones que la separaban de los dormitorios de varones. Torció los labios al detenerse ahí debajo y comenzó a subir lentamente cada escalón como si llevase bloques de concreto atados a los tobillos.

Llegó finalmente al pasillo donde se encontraba la habitación de Hazel Blake Korhonen y se detuvo otra vez. Observó la puerta unos instantes antes de sonreír y tocar la perilla que al contacto con un poco de mana le permitió el paso sin más. Al entrar se giró para cerrar la puerta, dándole la espalda al pelirrojo y luego girando lentamente para levantar una caja blanca de cartón delgado con agarradera. -Traje un rollo de...mango...- Sus ojos verdes se abrieron grandes ante la imagen que se dibujó frente a ella. Sus labios ligeramente gruesos y brillantes por el labial transparente que acentuaba su tono rosado se separaron un poco. Se notaba lo perturbada que de pronto se encontraba.

Detuvo sus manos justo donde sujetaban la falda al mirar cómo había terminado él. Podía sentir su mano grande y cálida tocándole el muslo, lo cual sólo la hizo ponerse roja a tope. Apretó los labios observándolo espectante, y cuando la soltó la nahual terminó cayendo un poco más, golpeándose su trasero contra el suelo, con las piernas sobre la cama, doblando así las rodillas. Pasó saliva intentando contener el sonido intenso de sus latidos que le ensordecían por completo. Durante los instantes que él dudó en ayudarla la más pequeña luchó contra sí misma por calmar todos los pensamientos que no debían encontrarse rondando su cabeza en ese momento y pasó saliva pesadamente mientras miraba sus piernas. Tenía que ponerse de pie, pero temía que le fallaran las rodillas. Podía sentir en su muslo como si la hubiesen marcado con metal ardiendo, pero no había marca alguna, sólo la sensación de aquella mano perdurando. ¿La seguiría recordando todo el día? ¿Más tiempo aún?

Al ver que él finalmente se acercó volvió a poner los pies en la tierra. Miró la mano ajena y dudó unos segundos, pero finalmente la tomó. Se lamió los labios pues sentía que éstos y su garganta se habían secado por completo y lo más rápido que pudo se colocó de pie, acomodándose la falda en cuanto soltó la mano del pelirrojo. -¿Bien? ¡Claro que estoy bien! Serás tú quien lo estará si vuelvo a verte fumando, Hazel.- Musitó lo más serenamente que pudo para darle la espalda e ir por las cosas que había dejado en el suelo. Quiso concentrarse en lo que había ido a hacer. Compartir un rico postre y charla un poco. Eso, ¡eso Naami! No a manosearse indirectamente con el chico en quien pensaba todo el tiempo desde...¡No, no, no! Cerró los ojos fuertemente mientras se inclinaba para tomar el rollo de mango y luego se mordió el labio inferior, sin ser consciente de que se quedó un poco inclinada por bastantes segundos.

Finalmente se colocó erguida y volvió hacia él, con una mano sujetando el postre y la otra su bolso. -Bueno, te traje un rollo de mango.- No podía mirarlo a los ojos. En realidad su mirada se mantenía en el piso. -¡Pero como castigo sólo podrás comer un tercio!- Sentenció finalmente para acomodarse sobre la cama, sintiendo que sus mejillas aun ardían. ¿Se le notaría el nerviosismo? Esperaba que la sensación de su piel chinita no fuese visible. Abrió la caja y buscó en su bolso las bolsitas con tenedores y servilletas, así como un par de cartoncitos con leche. ¡Demonios, no podía mirarlo a la cara!

A pesar de lo desconcentrada que se encontraba no pasó desapercibido el nerviosismo de Hazel. Se preguntó si había sido por toda la situación anterior y tras poner una bolsita con el tenedor y las servilletas frente a él se acomodó mejor. Subió las piernas y se sentó sobre los talones, acomodando su falda para que cubriera todo lo posible, pero la había comprado al salir de vacaciones y al haber crecido ella unos cuántos centímetros cuando se sentaba dejaba ver un poco de sus muslos. Rozó inconscientemente con el pulgar la zona donde aún sentía el calor de la mano del más alto y lo miró de reojo mientras él hablaba de lo de fumar. Cuando finalmente se mostró como solía ser antes de todo eso, ella soltó una risa muy leve y se acomodó un mechón castaño ttras la oreja, colocando el cartón de leche de él cerca del tenedor. -Mi abuelo fuma todo el tiempo.- Finalmente elevó la mirada y notó que a pesar de que había pasado el acontecimiento él se miraba un poco nervioso. -Tomé desprecio por el aroma y por lo que causa en los fumadores...-

Su abuelo parecía un hombre sano, pero esos vicios terminan hasta con el Nahual más resistente. Al anciano no le quedaba mucho tiempo de vida y ella lo sabía. Por eso él se mostraba empeñado en que ella estuviese segura. No quería que su desendiente directa sufriese ningún daño. -Pero bueno, tú sabes lo que haces.- Se encogió de hombros, de pronto reprendiéndose internamente por haber sido tan brusca en sus actos. ¡Pero no iba a reponerle la cajetilla! Ni siquiera quería saber de dónde la había sacado. Sacó el tenedor del envoltorio y tomó un poco del rollo para llevárselo lentamente a la boca. Había comido mucho el día anterior así que éste sería poco lo que consumiera, y por ende, lo haría lento para disfrutarlo mejor.

Degustó el postre mientras observaba el diseño del rollo sobre la cajita y tras comer el segundo bocado de su lado no pudo reprimir un "Mmm" que solía escaparse cuando comía algo tan rico. Usualmente, al convivir tres chicos y ella, ese tipo de sonidos no eran percibidos, pero estando solos ellos dos había sido notorio, aunque ella no se percatara de ello. Dejó el tenedor en el cartón de su lado y abrió con cuidado el de la leche, bebiendo un sorbo mientras miraba de reojo el rostro del pelirrojo.

Mientras bebía observó que Hazel se comportaba algo extraño. Se preguntó si todo sería por la escena vivida anteriormente y al recordar algunos detalles simples se sonrojó un poco. Pero sólo bebió otro trago de leche mirando al techo para olvidar un poco todo lo que estaba sucediendo. Y entonces volvió a la realidad de golpe al escuchar el nombre de Sebastyan. El rubio había sido para ella un maravilloso amigo. Alguien a quien, de no haber sido el pelirrojo un amigo en común, hubiese contado sus sentimientos hacia el mismo. Pero ahora todo era distinto. A pesar de que se prohibía a sí misma guardar sentimientos de recelo hacia su amigo, cada que pensaba en él, desde aquella tarde en esa misma habitación, no podía evitar que algo en su pecho ardiera al sólo recordar lo acontecido.

Entendía que una infidelidad debía ser demasiado deprimente, en especial si habían comenzado a salir unos días atrás de la misma. Comió un poco más. Pero dejarlo en un momento tan delicado para todos…no había sido justo. Pasó saliva y recién entonces notó que no había prestado mucha atención a lo dicho por el más alto. Alcanzó apenas a escuchar lo último. Sobe los hechizos y lo cansado que le parecía. De pronto pensó en Rhiannon Sutherland que, según había escuchado, pasaba por lo mismo por un problema de salud.

-Entonces tenemos que entrenar mucho más que antes, porque no puedes perder tu condición física, Hazel.- Sentenció antes de cortar un trocito pequeñito de rollo de mango para ponerlo del lado de él y mirarlo a los ojos luego. -Es todo lo que te toca.- Comentó sonriendo de lado con prepotencia, colocando un hechizo simple de protección al resto del rollo. Ella ya no quería, pero tampoco dejaría que él comiera más. No superaba aún el disgusto de verlo fumar. -Espero que entiendas que me preocupa mucho lo que pueda pasarte…- Habló desviando la mirada a cualquier parte, antes de fijarla en la mano metálica del más alto, extendiendo su brazo izquierdo para rozar con dos dedos aquella zona fría y dura. -Más de lo que piensas, tonto.- Sonrió de lado elevando finalmente la mirada para buscar la de él.

La castaña arrugó suavemente la nariz al recordar eso de que el profesor Söderkvist se había convertido en el padre de Hazel. Era muy extraño, pero ella desde el comienzo notó esa relación tan extraña entre ellos, algo que la hacía admirar más al docente. Ése cariño transmitido de una manera tan distinta a la de cualquier otro adulto. -No tenía idea de que el profesor Söderkvist sabía cocinar.- Confesó mientras se iba colocando hacia atrás para recargarse en el respaldo de la cama, acomodando las dos piernas hacia la derecha para poner las manos sobre la falda. -De verdad no me imagino a la Doctora como tu madre, Hazel. Definitivamente no me imagino a nadie con la Doctora como madre.- Rió por eso, extendiendo el brazo derecho hacia su bolso para sacar una botella con agua. Le había quedado la boca empalagada por el rollo.

-Seeh, a mí las matemáticas no se…me…- Se quedó en pausa destapando la botella cuando observó a su amigo entusiasmado por algo y volvió a taparla lentamente mientras él regresaba. Sus ojos verde se abrieron grandes al encontrar finalmente la razón de la emoción ajena. ¡No podía creerlo! Hazel una A+ en Filosofía. Soltó una risa de incredulidad cuando él mismo parecía tener que ver el examen para rectificarlo. Su sonrisa se amplió de felicidad para luego hincarse sobre la cama y tomar la hoja. De nuevo rió, aunque más bajito mientras leía la felicitación.

Ella siempre había tenido notas decentes, aunque tampoco era una alumna excepcional, y el profesor Fado especialmente le sacaba estrés constantemente, por lo mismo le sorprendía el éxito del pelirro. -Wow, ¿en serio esto es tuyo? Yo digo que pusiste un hechizo para cambiar el nom…- Pasó un dedo sobre una de las respuestas. -¿Qué rayos dice aquí? Olvídalo, sí es tuyo.- Rió y le dio la hoja. -Increíble, yo no sé aún cómo me ha ido en ética racial. Mi racismo para con los darkhas sale mucho en los exámenes.- Bromeó entusiasmada. Le encantaba ver a Hazel así, sonriendo y siendo optmisita.

-Pero como te ha ido bien a ti, iremos a degustar los manjares de la cafetería diez tenedores que tenemos el próximo domingo. Va por micuenta.- Ofreció alzando una ceja y sonriendo de lado.