Fortaleza (Privado - Rhiannon)

-Entonces…él me dijo que era una tontería eso de creer en los cuentos de hadas, y que una tonta como yo nunca tendría un príncipe azul...- La rubia se quedó observando a la figurita pelirroja que yacía sentada sobre su propia cama. -Y luego…- Sin poder evitarlo Rhia se sentó a su lado para abrazarla contra su pecho y acariciar sus lacios pero alborotados cabellos largos. La pequeña tenía las mejillas llenas de pecas y unos ojos grandes y cafés, desde que apareció en su habitación con una maleta medio sucia se dio cuenta de que iba a encariñarse con ella. Ahora simplemente pudo suspirar al imaginarse que el padre de alguien tan pequeña y adorable fuese capaz de hacerle daño.

La separó de su cuerpo para acariciarle la cicatriz que tenía cerca del labio inferior. Era una marca que, de no ser tratada con mana, sería permanente, pero por ahora no quería quitarla. Le enseñaría a ella a borrarla para que se sintiese autosuficiente. -No te preocupes Yèlena, tu padre no volverá a hacerte daño. Y ya verás cómo ese príncipe azul aparece tarde o temprano.- Aseguró sonriéndole dulcemente para luego besarle la frente.

-¿Tú ya encontraste a tu príncipe azul?- La mayor desvió la mirada.

-Sí...y pronto estaré con él.- Aseguró volviendo a verla antes de que una mariposa de tímidos tonos morados apareciese frente a las dos. Una sonrisa de lado se dibujó en los labios de la hechicera y soltó a la más pequeña para observar la carta que apareció. La pelirroja bajó la mirada para no leerla y Rhia terminó rápido la lectura para luego extender el brazo y tocar con el dedo índice la carta que se volvió mariposa de nuevo para revolotear en la habitación antes de hacer una pequeña explosión de chispas moradas.

-Ahora debo irme, me llama el profesor Fado, ¿puedes ir sola a tu siguiente clase?- Se colocó de pie y tomó el pequeño bolso mágico para meterlo en el bolso interno de su falda negra. -Anda con cuidado, cualquier duda ya sabes, siempre tengo mi localizador mágico encendido.- Arrugó la nariz en un gesto cariñoso para entonces salir.

-Rhia…oye…-

Rhia giró para verla.

-¿Mañana en la mañana…puedes peinar mi cabello? Mamá solía hacerlo…-

La rubia asintió.

Tras cerrar la puerta a su espalda se recargó en ésta y cerró los ojos, dejando escapar un suspiro largo. Se acomodó el cabello y comenzó a caminar hacia la oficina del profesor Fado. Desde que se había reducido su uso de mana había comenzado a caminar más rápido, aunque no se acostumbraba a ello, pues ella solía hacer las cosas con calma. Llegó pasados unos minutos y tocó la puerta suavemente, esperando fuera mientras jugaba con un anillo que llevaba en el dedo medio de la mano derecha. Era de plata y tenía grabado su nombre, tenía unos días con él recién.

A diferencia de las veces que había ido ahí en el mes anterior, ahora estaba mucho más calmada, con apariencia serena y centrada. Sonrió al ver que la puerta se abría y entró en el lugar con pasos lentos, acercándose al asiento natural que se había fabricado para ella. Ese lugar tan lleno de magia y naturaleza la hacía sentir viva de nuevo, viva como no se sentía desde que había dejado de usar mana a cada momento. Pero su felicidad tuvo que hacer una pausa ante las palabras del docente. La rubia se quedó estática en su sitio observando a aquel ser que le mostraba sólo un mueble ante sus ojos y pronunciaba de pronto con seriedad, palabras que ella no quería escuchar.

Bajó la mirada en cuanto escuchó sobre la anemia, llevándose la mano derecha al brazo izquierdo para apretarlo suavemente, pero nada más. Miró sus zapatos escolares y sus calcetas largas. Cerró los ojos. ¿Aún era la mejor alumna del instituto? Separó los labios para decir algo, pero no pronunció ni una sílaba, pues nunca había gustado de interrumpir a sus interlocutores, menos si eran profesores. Pero cuando buscó el respaldo del asiento con la mirada se encontró con los ojos del sprite. Entrecerró los suyos algo aturdida.

Tuvo que desviar su vista hacia el lago en busca de una respuesta a esa pregunta. La había, y ella podría decirlo sin más…si tan sólo no quisiera creerlo. Si tan sólo no estuviese fingiendo que no era eso.

-En este momento soy todo menos exitosa, profesor Fado…- Respondió dando rodeos, como no solía hacer. Soltó un suspiro que dejaba notar su confusión y posteriormente volvió a mirarlo. Sentir la mirada del otro sobre sí era algo intimidante. -Han sucedido tantas cosas en las últimas semanas que ya no sé ni cómo pararme.- Confesó mostrando la preocupación en el rostro. -He cometido demasiados errores en menos de tres meses que me siento aturdida. Tengo mil dudas encima, sobre todo…- Apretó las rodillas juntas. -Sobre todo la duda de si realmente fui tan excelente alumna los últimos años. Quiero decir…debería ser capaz de poder con éste tipo de cosas. Como proteger a Noah Fenian…- Lo miró intensamente. -Y ni eso pude hacer…-